11 de noviembre de 2010

El mundo en transformación - Grof 
 Número 126  //  31 de mayo de 2001  //  8 Raby` al-awal 1422 A.H. -CONCIENCIA-
            
 Durante varias jornadas de 1996, tres representantes de la llamada  ìpsicologÌa transpersonalî (Ervin Laszlo, Stanislav Grof y Peter  Russell)  se reunieron para óen palabras de Ervin Laszloó: ìreflexionar sobre las posibilidades de que haya paz en el mundo...î. Presentamos aquÌ  el inicio de dicha conversaciÛn, tal y como ha sido publicada recientemente en castellano.

   
Laszlo: La pregunta de si podemos continuar en el mundo actual como
      venÌamos haciendo hasta ahora sin desencadenar rupturas y crisis y poner
      en peligro la paz es un verdadero interrogante. La preocupación es
      creciente, y prueba de ello es la difusión de que goza hoy en dÌa la
      palabra ìsostenibilidad.
     
Todos hablamos de la sostenibilidad, pero sin entender necesariamente lo
      que est· en juego. Vivir sin perspectiva de continuidad es algo nuevo e
      inesperado en la historia de la especie humana. Parece que de ahÌ se
      derivarÌa la idea de que debemos cambiar, pero me temo que ni siquiera se
      trata de si debemos cambiar o no, sino de lo que tardaremos en cambiar y
      la manera en que lo haremos. Por consiguiente, en lugar de conversar sobre
      las mismas cosas que debaten los comitÈs asesores, como, por ejemplo, el
      n˙mero de ·rboles que deberÌamos talar o conservar junto con otras
      cuestiones e implicaciones estratÈgicas, deberÌamos contemplar el tema
      fundamental sin ambages. Sospecho entonces que lo primero que deberÌamos
      preguntamos es dÛnde estamos, quÈ somos y cÛmo vemos el mundo y a nosotros
      mismos.
      Quiz·s estemos ante el hito m·s importante de la historia. Hasta ahora los
      momentos cruciales ocurrÌan primero y luego se analizaban. Sin embargo,
      este orden ahora resulta demasiado arriesgado. DeberÌamos formarnos una
      idea previa de lo que nos aguarda para actuar con conciencia y mejorar
      nuestras posibilidades. En vistas a enfrentamos a este tremendo desafÌo,
      necesitamos arrojar algo de luz sobre ciertos factores subyacentes a este
      cambio actual, que tambiÈn lo es de Època.
      Dejadme empezar con una proposiciÛn: si hemos de sobrevivir y evolucionar,
      y quiz·s ahora ya deberÌamos decir no extinguimos, debemos revisar a fondo
      nuestra nociÛn del universo, del ser humano, y tambiÈn los conceptos de
      progreso y evoluciÛn.
      Russel: Hablas de la extinciÛn pero, en realidad, øquÈ es lo que est·
      amenazado de extinciÛn? Yo no creo que vayamos a destruir la vida de este
      planeta. La vida es muy resistente. Diversas especies fundamentales se han
      extinguido en el pasado y, sin embargo, la vida ha renacido. Eso es asÌ;
      si no hubiera sido por el cataclismo que barriÛ de la Tierra a los
      dinosaurios hace sesenta y cinco millones de aÒos, y con ellos al ochenta
      y cinco por ciento de las otras especies restantes, los seres humanos
      quiz·s nunca habrÌan evolucionado. Puede que ahora el ser humano estÈ
      causando la extinciÛn de otras especies importantes. En ese caso, serÌa la
      primera vez que la extinciÛn la iniciarÌa una de las especies propias del
      planeta, y sin duda serÌa un acontecimiento sin precedentes, pero la vida,
      no obstante, seguirÌa renaciendo. Si se destruyera por completo una de
      estas especies fundamentales, sin duda tambiÈn nos destruirÌamos nosotros,
      pero no acabarÌamos con la vida del planeta.
      La peor cat·strofe serÌa que destruyÈramos la capa de ozono. Si eso
      ocurriera, la vida en la tierra serÌa imposible. Los rayos ultravioleta
      son tan peligrosos para los insectos, las flores y los microorganismos
      como para los seres humanos. Sin embargo, la vida en el mar sobrevivirÌa;
      existiÛ, de hecho, durante miles de millones de aÒos antes de formarse la
      capa de ozono. Cuando finalmente la capa de ozono volviera a constituirse,
      la vida podrÌa volver a colonizar la tierra.
      No obstante, no creo que este panorama sea el m·s probable. Es mucho m·s
      posible que asistamos a una serie de grandes cat·strofes medioambientales
      y econÛmicas que provoquen el hundimiento de la civilizaciÛn occidental.
      Ahora bien; Èste tampoco serÌa el fin de la humanidad. Quiz·s existirÌan
      pequeÒos reductos indÌgenas que habrÌan sobrevivido al cataclismo y, en
      ˙ltimo tÈrmino, podrÌan dar pie al nacimiento de civilizaciones futuras
      (esperemos que con mejor criterio que la nuestra). Adem·s, ni siquiera la
      caÌda de la civilizaciÛn occidental significarÌa necesariamente nuestra
      destrucciÛn. Ya hemos presenciado la caÌda del sistema soviÈtico y, sin
      embargo, eso no significÛ el fin para todos los que allÌ vivÌan. Es cierto
      que cambiaron muchas cosas, y llegaron arduos tiempos para muchos. Sin
      embargo, la mayorÌa todavÌa vive.
      Aunque parece que estÈ pintando un cuadro de lo m·s pesimista, albergo un
      gran optimismo respecto a los seres humanos y a nuestros logros como
      individuos enfrentados a la adversidad. Nos esperan tiempos muy duros en
      el ·mbito de lo material, pero tambiÈn creo que estamos a punto de
      presenciar grandes cambios en el terreno de la conciencia.
      Laszlo: SÌ. La extinciÛn de las especies. Por desgracia, la posibilidad
      siempre est· ahÌ. Cuando la civilizaciÛn occidental atraviesa momentos
      difÌciles, puede acabar con todo lo que la rodea; tenemos tantos brazos y
      una capacidad destructiva tan enorme que si no destruimos toda la vida de
      la Tierra, al menos sÌ podrÌamos acabar con todas las formas de vida
      ìsuperioresî. La regeneraciÛn conllevarÌa miles, o, en el peor de los
      casos, incluso millones de aÒos. Es obvio, no obstante, que la vida en el
      planeta seguir· existiendo porque (y a menos que hubiera una cat·strofe
      cÛsmica) la Tierra seguir· dando vueltas durante miles de millones de aÒos
      m·s.
      Pongamos un ejemplo concreto. En la actualidad contamos con una capacidad
      de cuarenta dÌas de excedentes alimentarios en los Estados Unidos; y Èste
      es el ˙nico paÌs con un excedente tan abundante. Si las malas cosechas
      fueran la tÛnica general en los paÌses pobres, no habrÌa dinero para la
      importaciÛn de alimentos; y, en cualquier caso, este excedente no durarÌa
      demasiado si estallara una crisis generalizada en ¡frica o Asia.
      øQuÈ ocurrirÌa entonces? øQuÈ ocurrirÌa si la capacidad del planeta Tierra
      se rebajara de seis mil millones a, por decir algo, cuatro o cinco mil
      millones? øQuÈ ocurrirÌa cuando la gente ìextraî se hallara por debajo del
      nivel de subsistencia? SurgirÌan conflictos de una gravedad may˙scula, se
      extenderÌan muchÌsimas epidemias y serÌamos testigos de migraciones
      masivas. El sistema entero se colapsarÌa. No deseo alargarme m·s en este
      aspecto catastrÛfico del tema pero, sin duda alguna, nos enfrentamos a una
      amenaza real, una dificultad grave, gravÌsima dirÌa yo; y eso significa
      que debemos cambiar la manera que Occidente tiene de contemplar el mundo.
      No hace mucho volvÌ de un viaje a Asia donde fui testigo una vez m·s de lo
      difÌcil, por no decir imposible, que le resulta a la gente pobre cambiar
      sus condiciones de vida. A duras penas se ganan el sustento. El nivel de
      vida de la mayor parte de la humanidad se reduce a la mera subsistencia, y
      eso est· acabando tambiÈn con los sistemas que protegen la vida.
      Los problemas nos acucian desde m˙ltiples frentes, y en todos estos
      frentes tenemos que adaptamos: y eso significa cambiar la conciencia
      dominante. …sta es la raÌz del problema. Debemos empezar a pensar de
      manera distinta, sentir de otra manera, y relacionamos entre nosotros y
      con la naturaleza de modo distinto. En caso contrario, corremos un inmenso
      peligro. Ahora vamos todos en el mismo barco. øCreÈis que somos capaces de
      cambiar? øHay posibilidades reales de que se produzca un cambio radical en
      la conciencia?
      Grof: Llevo cuarenta aÒos dedic·ndome al estudio de esos estados atÌpicos
      de la conciencia inducidos por las sustancias psicodÈlicas y los poderosos
      enfoques experimentales en psicoterapia, y tambiÈn al an·lisis de otros
      estados an·logos que surgen espont·neamente. Durante todo este tiempo he
      visto muchos casos de individuos que han sufrido transformaciones
      profundas; cambios que se caracterizan por una reducciÛn significativa de
      la agresividad y un aumento generalizado de la compasiÛn y la tolerancia.
      A medida que se hacÌa hincapiÈ en la capacidad de disfrutar la vida,
      disminuÌa significativamente ese impulso insaciable de trazarse unos
      objetivos lineales que parece ejercer un encanto irresistible en los
      individuos del mundo industrial occidental y el conjunto de la sociedad
      (atrapada en la creencia de que hay que acumular bienes y que el
      crecimiento °limitado y el doblar o triplicar el producto nacional bruto
      nos traer· la felicidad a todos). Otro aspecto significativo de esta
      transformaciÛn es el surgimiento de una espiritualidad de naturaleza
      universal y aconfesional caracterizada por la conciencia de la unidad que
      subyace a todo lo creado y una profunda conexiÛn entre las personas, las
      especies, la naturaleza y el cosmos entero.
      Por consiguiente, no albergo ning˙n gÈnero de dudas sobre la posibilidad
      de que se dÈ una profunda transformaciÛn de la conciencia en los
      individuos, y que eso incremente nuestras posibilidades de sobrevivir a
      condiciÛn de que suceda a gran escala. Es cierto que, aun asÌ, seguirÌa
      existiendo el interrogante de si una transformaciÛn de este estilo
      afectarÌa a un segmento de la poblaciÛn lo suficientemente grande y en un
      perÌodo de tiempo lo bastante breve para ser significativa. La cuestiÛn
      pr·ctica es si tal cambio puede facilitarse y por quÈ medios, y cu·les
      serÌan los problemas asociados a una estrategia de tal envergadura. Sin
      embargo, en la misma personalidad humana existen mecanismos que podrÌan
      actuar de mediadores en esta deseable y profunda transformaciÛn.
      Laszlo: Ya estamos presenciando cambios en la manera de pensar de la gente
      que auguran la llegada de una revoluciÛn fundamental de la conciencia.
      øCu·l es vuestra opiniÛn? øGuarda todo ello relaciÛn con el hecho de
      sentimos amenazados, o bien es un fenÛmeno independiente, una mera
      coincidencia?
      Russel: Creo que est· relacionado; pero no creo que la amenaza sea la
      causa de esta transformaciÛn, sobre todo teniendo en cuenta que ambas
      parten del mismo asunto: la conciencia materialista de nuestra cultura.
      …sta es la causa originaria de la crisis global, y no la Ètica en los
      negocios, la polÌtica o ni siquiera nuestro propio estilo de vida. Todo
      ello son sÌntomas de un problema subyacente mucho m·s profundo. Nuestra
      civilizaciÛn entera es insostenible; y la razÛn de su insostenibilidad es
      que nuestro sistema de valores, la conciencia con que abordamos el mundo,
      es un modo insostenible de la conciencia.
      Nos han enseÒado a creer que cuantas m·s posesiones tengamos y cuantas m·s
      cosas hagamos, dispondremos de un mayor control sobre la naturaleza y
      seremos m·s felices. Esto es lo que nos hace tan explotadores y
      consumistas, y nos vuelve insensibles a lo que ocurra en otras partes del
      planeta o incluso a otros miembros de nuestra misma especie. Es este modo
      de conciencia lo que es insostenible.
      Hoy en dÌa sÛlo el diez por ciento de la poblaciÛn humana se clasifica
      como acomodada (es decir, que despuÈs de satisfacer su necesidad de
      alimentos, ropa, vivienda y otras necesidades fÌsicas sÛlo a esta
      proporciÛn de poblaciÛn le queda el suficiente dinero para permitirse
      ciertos lujos). Por otro lado, estas personas consumen m·s de las tres
      cuartas partes de los recursos del planeta. Por consiguiente, queda claro
      a estas alturas que esta situaciÛn es insostenible: al conjunto de la
      poblaciÛn humana no le ser· posible llevar este estilo de vida en el
      futuro, m·xime si esta poblaciÛn sigue creciendo.
      El aspecto positivo es que esta cultura material y la conciencia
      materialista que subyace a ella ya se est·n cuestionando a fondo, de
      manera simult·nea y generalizada. Los occidentales, aunque tenemos estilos
      de vida muy lujosos, nos vamos dando cuenta de que este sistema no
      funciona; no nos aporta lo que realmente deseamos. Nuestro sistema es
      ideal para satisfacer nuestras necesidades fÌsicas. Compramos alimentos en
      el supermercado, viajamos a los lugares que m·s nos placen, llevamos ropa
      de moda y vivimos en casas lujosas. No obstante, eso no satisface nuestras
      necesidades m·s profundas, interiores y espirituales. A pesar de todas
      estas posibilidades materiales, las personas nos sentimos tan deprimidas,
      inseguras y carentes de amor como antes.
      Grof: De alguna manera es el mismo hecho de la saturaciÛn y la
      sobresaturaciÛn de las necesidades materiales b·sicas lo que ha creado una
      crisis de significado y el surgimiento de una necesidad espiritual en la
      sociedad. Durante mucho tiempo mantuvimos el espejismo y la falsa
      esperanza de que un aumento de los bienes materiales en sÌ mismos y por sÌ
      mismos podÌa cambiar de manera fundamental la calidad de nuestras vidas y
      aportarnos bienestar, satisfacciÛn y felicidad. Nuestra Època ha sido
      testigo de un incremento de riqueza considerable en los paÌses
      industriales de Occidente, en especial en ciertos segmentos de la
      poblaciÛn. Muchas familias viven en la abundancia: una gran casa, dos
      neveras rebosantes de comida, tres o cuatro coches en el garaje y la
      posibilidad de ir de vacaciones a cualquier lugar del mundo. Sin embargo,
      lejos de aportamos satisfacciones, lo que observamos es un aumento de los
      trastornos emocionales, un consumo abusivo de estupefacientes,
      alcoholismo, criminalidad, terrorismo y violencia domÈstica. Hay una
      pÈrdida generalizada de significado, valores y perspectiva, una alienaciÛn
      de la naturaleza y una tendencia general autodestructiva. Es la conciencia
      del fracaso de la filosofÌa acadÈmica lo que marca un punto de inflexiÛn
      en las vidas de muchas personas, quienes empiezan a buscar alternativas y
      las encuentran en la b˙squeda espiritual.
      Laszlo: Es casi como si alg˙n mecanismo en la psique colectiva de la
      humanidad se anunciara en un cartel invit·ndonos a cambiar.
      Russel: TambiÈn es algo parecido a lo que el Buda experimentÛ en su propia
      vida, antes de convertirse en un buda. HabÌa nacido en el seno de una
      familia muy rica. Era prÌncipe, y tenÌa todo lo que podÌa desear: los
      manjares m·s exquisitos, toda clase de lujos, joyas, bailarinas... Todo lo
      que quisiera. Sin embargo, se dio cuenta de que la posesiÛn de todos estos
      bienes no bastaba para eliminar el sufrimiento. Vio el dolor en su familia
      y en la corte; y tambiÈn padecÌa la ciudad, m·s all· de los muros de
      palacio. Por lo tanto, la misiÛn que se propuso el Buda fue encontrar la
      manera de terminar con la desdicha.
      En la actualidad estamos viviendo un proceso paralelo. En tÈrminos de las
      comodidades de que disponemos, la mayorÌa somos incluso m·s ricos que el
      Buda, aun siendo prÌncipe, y, al igual que Èl, empezamos a percatamos de
      que esto no anula el sufrimiento; a veces, incluso lo aumenta. Se palpa en
      el ambiente el profundo dilema colectivo sobre el sentido de la vida.
      øQuiÈnes somos? øPor quÈ estamos aquÌ? øQuÈ es lo que deseamos en
      realidad? No son cuestiones que preocupen sÛlo a un par de individuos:
      millones de personas buscan, m·s all· de la cultura material, un
      significado profundo, una paz interior y una manera de satisfacer sus
      ansias espirituales.
      Laszlo: Hay visos de esperanza. Si todos creyÈramos que la felicidad
      depende de nuestra posiciÛn material, aument·ndola conforme a las nociones
      habituales de progreso (ir poseyendo cada vez m·s cosas), jam·s se harÌa
      la luz al final del t˙nel. Si la mentalidad de la gente est· cambiando de
      verdad, podemos esperar que surja una cultura m·s adaptada.
      Grof: He sometido a tratamiento a personas que se habÌan marcado un gran
      objetivo en la vida, propÛsito que requerÌa dÈcadas de un esfuerzo intenso
      y prolongado. Cuando al final lo lograban, caÌan en una grave depresiÛn,
      porque esperaban algo que el mero cumplimiento de ese objetivo no podÌa
      darles. Joseph Campbell llamÛ a esta situaciÛn ´subir a lo alto de la
      escalera y descubrir que se apoya contra la pared equivocadaª.
      Esta obsesiÛn por alcanzar diversos objetivos lineales es algo muy
      caracterÌstico en nosotros, tanto a nivel individual como colectivo: toda
      la cultura occidental se dedica a buscar la fata Morgana de la felicidad,
      que siempre parece habitar en el futuro. Las cosas, tal y como son, jam·s
      nos satisfacen: sentimos que algo debe cambian Deseamos parecer distintos,
      tener m·s dinero, poder, posiciÛn o fama, o bien encontrar una pareja
      distinta. No vivimos el presente en toda su plenitud. Nuestra vida siempre
      es provisional, una preparaciÛn para un futuro mejor; y este modelo vacÌo
      e insaciable sigue conduciendo nuestras vidas con independencia de los
      Èxitos que vayamos consiguiendo en la vida real. Podemos citar varios
      ejemplos de personas que consiguieron eso que atribuimos a la felicidad
      (AristÛteles Onassis, Howard Hugues y muchos otros) y se dieron cuenta de
      que Èse no era el camino. A nosotros no nos basta con su ejemplo. Creemos
      que en nuestro caso serÌa distinto.
      Por otro lado, tambiÈn he conocido a muchÌsimas personas que fueron
      capaces de descubrir las raÌces psicolÛgicas de este modelo y pudieron
      romperlo o minimizar la influencia que tenÌa en sus vidas. Como es
      habitual se dieron cuenta de que esta actitud frente a la vida est·
      Ìntimamente relacionada con el hecho de que llevamos en nuestro
      inconsciente la gestalt inacabada del trauma del nacimiento biolÛgico.
      Nacimos anatÛmicamente, pero en realidad no hemos digerido e integrado el
      hecho de que escapamos de las garras del canal del parto. Esta huella
      impresa con cincel determinar· nuestra concepciÛn del mundo y el papel que
      desempeÒamos en Èl. Al igual que el feto que pugna por salir del
      confinamiento del canal del parto, somos incapaces de disfrutar de la
      situaciÛn presente. Buscamos la soluciÛn en el futuro; una soluciÛn que
      siempre parece encontrarse m·s all· de nosotros.
      Los existencialistas llaman a esta estrategia ìautoproyectarseî:
      imaginarse a uno mismo en una situaciÛn futura mejor y luego esforzarse
      por conseguir hacer realidad este espejismo. Es la estrategia del
      fracasado, tanto si alcanzamos la meta como si no, puesto que jam·s nos
      aporta lo que esperamos de ella. Nos lleva a vivir la vida sin
      autenticidad, incapaces de descubrir la autÈntica satisfacciÛn: es una
      existencia basada en la lucha incesante, o bien monÛtona y gris, como la
      gente suele definirla. La ˙nica soluciÛn es volcamos hacia nuestro
      interior y completar este modelo con la experiencia, con el trabajo que
      realizamos en el proceso del renacimiento psicoespiritual. En ˙ltimo
      tÈrmino la plena satisfacciÛn vendr· de la experiencia de la dimensiÛn
      espiritual de la existencia y de nuestra propia divinidad, y no de la
      b˙squeda de objetivos materiales de cualquier clase y condiciÛn. Cuando
      las personas identificamos adecuadamente las raÌces psicoespirituales de
      este modelo de insaciable avaricia, nos damos cuenta de que debemos buscar
      las respuestas en nuestro interior, y luego sometemos a una transformaciÛn
      interna.
      Laszlo: øHay cada vez m·s gente que se dÈ cuenta de la situaciÛn?
      Grof: Parece ser que sÌ. Creo que tiene que ver con el hecho de que un
      n˙mero cada vez mayor de personas est· llegando a la conclusiÛn de que la
      autoproyecciÛn es una estrategia fallida que no funciona, porque ya saben
      que el Èxito material no es garante de la satisfacciÛn; o bien ocurre la
      situaciÛn contraria: su lucha denodada por lograr unos objetivos externos
      genera unos problemas insalvables. En ambos casos las personas se
      encierran en su mundo interior y empiezan un proceso de transformaciÛn
      interna. Adem·s, el fracaso de la estrategia del crecimiento °limitado a
      escala global podrÌa ser un factor determinante en el proceso.
      Por desgracia, se diagnostica por error como psicÛticos a muchos
      individuos que est·n pasando por esta radical transformaciÛn, y se les
      administra medicaciÛn supresora. Mi esposa Christina y yo creemos que
      existe un importante subgrupo de personas a quienes se aplica un
      tratamiento contra la psicosis cuando en realidad est·n sufriendo una
      difÌcil transformaciÛn psicoespintual, o ìemergencia espiritualî, como
      solemos denominarlo.
      Russel: De alguna manera nuestra cultura entera est· viviendo una
      situaciÛn de emergencia espiritual, gran parte de la cual se remonta a los
      cambios que presenciamos a finales de los aÒos sesenta. Por primera vez un
      amplio estrato de la sociedad empezÛ a desafiar la manera de entender el
      mundo actual; creÌa en un modo de hacer las cosas, y relacionarse con la
      gente y el mundo, que no se basaba en el caduco paradigma materialista.
      A posteriori, ahora nos parece todo muy ingenuo, pero los aspectos
      fundamentales no han cambiado; y han influido profundamente en nuestra
      cultura. En aquella Època la meditaciÛn se consideraba algo muy extraÒo.
      En la actualidad muchÌsima gente practica alguna forma de meditaciÛn
      (incluso se enseÒa en varias empresas). Se ha convertido en una actividad
      respetable. Lo mismo ocurre con el yoga. Durante los sesenta se
      consideraba vanguardista; hoy en dÌa lo practican millones de personas.
      Tomemos la terapia como ejemplo. Antes seguir una terapia equivalÌa a
      decir que se tenÌan problemas psicolÛgicos graves; que se atravesaban
      serias dificultades. Ahora en Califomia lo grave es no seguir una terapia.
      Incluso los que gozan de buena salud mental consideran que quiz·s no estÈn
      aprovechando del todo su potencial y reconocen que necesitan ayuda para
      descubrir las actitudes y los modelos de pensamiento que podrÌan impedir
      su desarrollo.
      Hace treinta aÒos el tema del desarrollo personal despertaba poco interÈs.
      Hoy en dÌa, sin embargo, todos hablan de ello. Cuando estudiaba en
      Cambridge durante los aÒos sesenta, la librerÌa m·s importante (y una de
      las m·s grandes del Reino Unido) sÛlo tenÌa una estanterÌa destinada a los
      libros de aprendizaje esotÈrico y espiritual. Ahora, en cambio, en
      cualquier ciudad hay una al menos, cuando no media docena, especializada
      en el campo de la conciencia y la metafÌsica.
      Las listas de los libros m·s vendidos se hacen eco del interÈs creciente
      por estos temas. Desde hace varios aÒos el cincuenta por ciento de los
      libros m·s vendidos, y a veces incluso m·s, trata del desarrollo personal,
      la espiritualidad o la conciencia. Esto es lo que la gente lee, y esto es
      lo que le interesa. La misma tendencia se manifiesta en las pelÌculas, la
      televisiÛn, las revistas e incluso en Internet. Es una corriente que se
      extiende con rapidez.
      Laszlo: Eso nos retrotrae a una cuestiÛn que siempre me ha fascinado y
      sigue fascin·ndome cada vez m·s, y es la posibilidad de que como
      individuos no seamos prisioneros de nuestro propio cr·neo, encerrados en
      nuestra propia piel, sino que estemos Ìntimamente ligados los unos a los
      otros, y seguramente tambiÈn con toda la vida del planeta. De este modo,
      cuando se presenta una situaciÛn como la que vivimos en la actualidad, con
      un peligro real al que debemos enfrentarnos, hay algo que, aunque la
      mayorÌa no sea consciente, penetra en la mente, pone seÒales de
      precauciÛn, se centra en el cambio y genera impulsos. Quiz·s no sea del
      todo descabellado afirmar que existe algo parecido a una mente de la
      humanidad, algo como una esfera vinculante, un inconsciente colectivo que
      act˙a dentro y fuera de nosotros, y que ahora empieza a manifestarse en la
      conciencia de los individuos. Quiz·s existen fuerzas en este mundo que
      trascienden los acostumbrados motores sociales, polÌticos y econÛmicos.
      Nuestra supervivencia asÌ lo requiere: la situaciÛn serÌa casi desesperada
      si sÛlo se contemplara a la luz de los factores que intervienen, porque
      con ellos jam·s llegarÌamos a tiempo de iniciar el cambio.
      De hecho, hay intervalos de tiempo insertos en la din·mica de nuestro
      mundo, un gran n˙mero de ellos en realidad. HubiÈramos tenido que cambiar
      en el pasado, por decirlo de alguna manera, para abortar la crisis del
      maÒana. Sin embargo, si existe algo en el inconsciente colectivo que pueda
      penetrar en nuestra conciencia individual, la situaciÛn es bastante m·s
      esperanzadora.
      Grof: Estoy absolutamente de acuerdo. Los acontecimientos mundiales no
      siempre siguen una progresiÛn lÛgica y lineal. Tanto t˙ como yo, Ervin,
      somos de la Europa oriental y seguimos con gran interÈs los avatares
      polÌticos que allÌ se suceden. Creo que estar·s de acuerdo en que si, una
      semana antes de que ocurriera, alguien nos hubiera dicho que el muro de
      BerlÌn iba a caer, nos habrÌamos burlado diciendo que era una solemne
      bobada. Nos habrÌa parecido tambiÈn absurdo que, tras cuarenta aÒos de
      totalitarismo y despotismo polÌtico en la UniÛn SoviÈtica, Gorbachev
      perdiera interÈs por los paÌses satÈlites, como, por ejemplo, HungrÌa,
      Checoslovaquia y Polonia entre otros, y les diera la libertad. Es m·s,
      habrÌa sido sumamente difÌcil predecir que pr·cticamente de la noche a la
      maÒana la UniÛn SoviÈtica sencillamente se disolverÌa y cesarÌa de existir
      como superpotencia. Era imposible anticipar y predecir estos
      acontecimientos extrapol·ndolos simplemente del pasado. DebÌan intervenir
      otros factores.
      Laszlo: El hecho de que estos fenÛmenos sucedan de manera no lineal y como
      a saltos no deberÌa sorprendemos, si conocemos el modo en que los sistemas
      complejos act˙an y se transforman. Los pormenores de las grandes
      transformaciones son imprevisibles: lo ˙nico que podemos aventurar es que
      aportar·n alguna novedad radical. No obstante, esta revolucionaria especie
      de cambio øacaso es tambiÈn relevante en aquellos procesos que dominan
      nuestra mente? øSe advierte un cambio en la conciencia, un cambio decisivo
      y del que se hablar· durante los prÛximos aÒos aunque ahora sÛlo tengamos
      una vaga idea? øPodrÌamos estar en el umbral de una revoluciÛn fundamental
      de la conciencia?
      Russel: Sin duda es posible. Si el interÈs por el desarrollo personal
      sigue creciendo a este nivel, y este interÈs se traduce en un cambio real
      de la conciencia, observaremos un proceso de retroalimentaciÛn positiva
      que conduce a una aceleraciÛn exponencial de la toma de conciencia
      interior. Cuanta m·s gente tome conciencia, y cuanto m·s sepamos quÈ es lo
      que promueve este despertar interior, m·s favorable se mostrar· el entorno
      social, y m·s propicio a que un n˙mero cada vez mayor de personas asista
      al despertar de su conciencia, incluso con mayor rapidez; lo cual, a su
      vez, facilita que un n˙mero creciente de individuos sufra una
      transformaciÛn de la conciencia. El resultado final bien podrÌa ser un
      gran salto colectivo en la conciencia.

      * La revoluciÛn de la conciencia, ed. KairÛs, pp. 15-27




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