Testigo del Ser
por Ken Wilber
Ken Wilber nos lleva a trascender la dualidad en un sencillo
ejercicio...
Ser un testigo del ser consciente
puede prolongarse durante la vigilia, el sueño onírico y el sueño profundo. El
Testigo se halla totalmente accesible en cualquier estado, incluyendo tu propio
estado de consciencia de este mismo instante. Así que les voy a guiar hacia ese
estado, utilizando lo que en Budismo se llama “instrucciones indicativas”. No
voy a intentar conducirles a un estado de consciencia diferente, a un estado de
consciencia alterado o a un estado diferente de lo común. Simplemente, voy a
destacar algo que ya está ocurriendo en tu estado actual, presente y
habitual.
Así que comencemos por tomar
consciencia del mundo que nos rodea. Mira al cielo, y simplemente relaja tu
mente; deja que tu mente y el cielo se fundan. Observa las nubes que flotan.
Toma nota de que esto no requiere de esfuerzo alguno de tu parte. Tu estado de
consciencia actual -en el que flotan estas nubes- es algo muy simple, muy
fácil, que no requiere de esfuerzo, espontáneo. Simplemente toma nota de que,
sin mediar esfuerzo alguno, tomas consciencia de las nubes. Lo mismo ocurre con
esos árboles, esas aves y esas rocas. En forma simple y sin esfuerzo, tomas
conciencia de todos ellos.
Observa ahora las sensaciones
presentes en tu propio cuerpo. Puedes tomar consciencia de cualquier sensación
corporal que se halle presente ahora: quizás la presión del mueble, quizás el
calor en el abdomen, quizás una tensión en tu cuello. Sin embargo, aún si estas
sensaciones fuesen de tensión, puedes tomar consciencia de ellas con facilidad.
Estas sensaciones surgen en tu consciencia presente, y esa consciencia es muy
simple, fácil, relajada, espontánea. Eres un testigo, sin esfuerzo y sin
dificultad.
Observa los pensamientos que surgen en
tu mente. Puede que observes diversas imágenes, símbolos, conceptos, deseos,
esperanzas y temores, todos los cuales surgen espontáneamente en tu
consciencia. Surgen, permanecen unos instantes y luego se van. Estos
pensamientos y sensaciones surgen en tu consciencia de este momento, y esa
consciencia es muy simple, relajada y espontánea. Sin esfuerzo ni dificultad,
eres un testigo de todo ello.
Así que observa: puedes ver flotar las
nubes porque no eres esas nubes, eres quien las está mirando. Puedes sentir
sensaciones corporales porque no eres esas sensaciones: eres el testigo de esas
sensaciones. Puedes ver cómo flotan los pensamientos porque tú no eres esos
pensamientos -sino un testigo de su presencia-. En forma natural y espontánea,
todas estas cosas surgen, por sí solas, en tu darte cuenta presente, sin que
medie esfuerzo de tu parte.
Y entonces, ¿quién eres tú? No eres
los objetos de allá afuera, no eres las sensaciones, no eres los pensamientos
-sin esfuerzo, eres un testigo de la presencia de todos éstos, de modo que no
eres ellos. ¿Quién o qué eres tú?
Dilo de este modo para ti mismo: tengo
sensaciones, pero no soy esas sensaciones. ¿Quién soy? Tengo pensamientos, pero
no soy esos pensamientos. ¿Quién soy? Tengo deseos, pero no soy esos deseos.
¿Quién soy?
Así que retrocedes hacia la fuente de
tu propia consciencia. Retrocedes hacia el Testigo, y descansas en el Testigo.
No soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los deseos, no soy los
pensamientos.
Pero entonces, por lo general las
personas cometen un gran error. Creen que, si descansan en el Testigo, van a
ver algo o sentir algo, algo realmente exquisito y especial. Pero no verás
nada. Si ves algo, se tratará simplemente de otro objeto: otra sensación, otro
pensamiento, otra sensación, otra imagen. Sin embargo, todos éstos son objetos:
no eres ninguno de éstos.
No es así: mientras descansas en la
realización del Testigo -no soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los
pensamientos- todo lo que observarás es una sensación de libertad, una sensación
de liberación, una sensación de alivio... alivio de la tremenda limitación que
implica el identificarse con estas pequeñeces, pequeños objetos finitos, tu
pequeño cuerpo, pequeña mente y pequeño ego, todos los cuales son objetos que
pueden ser vistos y, por lo tanto, no son Aquél que ve, el verdadero Yo, el
Testigo puro, aquél que realmente eres.
Así que no verás nada en especial. Lo
que surja está bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones flotan en el
cuerpo, los pensamientos flotan en la mente -y, sin esfuerzo, tú eres testigo
de todo esto-. Todo esto surge espontáneamente y sin esfuerzo en tu consciencia
presente. Y esta consciencia que es testigo no es, en sí, nada específico que
puedas ver. Es, simplemente, una gigantesca sensación de libertad -o de vacío
puro- en el trasfondo. Y en ese vacío puro -que es lo que eres- surge el mundo
entero de lo manifiesto. Tú eres esa libertad, esa apertura, ese vacío -y no
alguna de las cosas que surgen de allí-.
Descansando en ese atestiguar vacío,
libre, fácil y carente de esfuerzo, observa que las nubes surgen en el amplio
espacio de tu consciencia. Las nubes surgen en tu interior -tan así es que
puedes saborear las nubes, eres uno con las nubes-. Es como si estuviesen a
este lado de tu piel... están tan cerca. El cielo y tu consciencia se han
vuelto uno solo, y todas las cosas en el cielo flotan sin esfuerzo a través de
tu propia consciencia. Puedes besar al sol, tragarte la montaña... están así de
cercanos. El Zen dice, “Tómate el Océano Pacífico de un solo trago”, y eso es
lo más fácil de hacer cuando adentro y afuera ya no son dos, cuando sujeto y
objeto no son dos, cuando el que mira y lo mirado son Un Solo Sabor Único. ¿Lo
ves?
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