14 de noviembre de 2010


Emergencias Espirituales

Sentimientos de unidad con el Universo. Visiones e imágenes de tiempos y lugares lejanos. Sensaciones de vibrantes corrientes de energía que recorren el cuerpo, acompañadas de espasmos y violentos temblores. Visiones de deidades, semidioses y demonios. Vividos rayos de luz brillante y colores del arco iris. Temores de locura inminente, incluso de muerte.
Cualquiera que experimentara tan extremos fenómenos mentales y físicos seria rotulado inmediatamente como psicótico por parte de la mayoría de los occidentales modernos. Sin embargo, una cantidad creciente de personas parece estar teniendo experiencias desusadas semejantes a las descritas anteriormente y en lugar de sumergirse en forma irrevocable en la insanía, a menudo emergen de esos extraordinarios estados de la mente con una agudizada sensación de bienestar y un nivel mas alto de desempeño en la vida cotidiana. En muchos casos, se curan en el proceso antiguos problemas emocionales, mentales y físicos.
Hallamos muchos paralelos de tales instancias en la historia de vida de santos, yogis, místicos y chamanes. De hecho, la literatura espiritual y las tradiciones de todo el mundo confirman el poder curativo y transformador de esos estados extraordinarios para aquellos que los experimentan. ¿Por que, entonces, casi invariablemen­te se considera como enferma mental a la persona que tiene tales experiencias en el mundo de hoy?
Si bien hay muchas excepciones individuales, de las corrientes predominantes la psiquiatría y la psicología en general no hacen ninguna diferenciación entre misticismo y enfermedad mental. Esos campos no reconocen oficialmente que las grandes tradiciones espirituales dedicadas por milenios al estudio sistemático de la conciencia humana tengan nada que ofrecer. Así, los conceptos y practicas de las tradiciones místicas budista, hindú, cristiana, sufi y otras, son ignorados y desechados indiscriminadamente.
En este ensayo exploraremos la idea de que muchos episodios de estados inusuales de la mente, incluso aquellos que son dramáticos y alcanzan proporciones psicóticas, no necesariamente son síntomas de enfermedad en el sentido medico. Los vemos como crisis de la evolución de la conciencia, o “emergencias espirituales”, comparadas con los estados descritos por las diversas tradiciones místicas del mundo.
Antes de discutir mas específicamente el concepto de emergencia espiritual, observemos con mayor atención la relación entre psicosis, enfermedad mental y misticismo, y los desarrollos históricos que han tenido como consecuencia el rechazo de clásicas experiencias espirituales y místicas como síntomas de enfermedad mental por parte de la ciencia y la psiquiatría modernas.
La cosmovisión creada por la ciencia occidental tradicional y que domina nuestra cultura, en su forma más rigurosa es incompatible con toda noción de espiritualidad. En un universo donde solo lo tangible, material y medible es real, toda las formas de actividades religiosas y místicas son consideradas como muestras de ignorancia, superstición e irracionalidad o inmadurez emocional. Las experiencias directas de realidades espirituales son interpretadas entonces como manifestaciones “psicóticas” de enfermedad mental.
Nuestras experiencias y observaciones personales durante años de dedicación a varias formas de profunda psicoterapia experiencial nos han llevado a creer que es importante reconsiderar esa situación en la psiquiatría y en nuestra cosmovisión en general, para reevaluarla a la luz de la evidencia tanto histórica como reciente. Es necesaria una revisión radical del pensamiento sobre el misticismo y la psicosis. Una diferenciación clara entre esos dos fenómenos posee consecuencias practicas trascendentes para las personas que tienen experiencias de estados de conciencia no ordinarios, en particular aquellos con un acento espiritual. Es importante recono­cer las emergencias espirituales y tratarlas adecuadamente por su gran potencial positivo para el crecimiento y la cura personales, que comúnmente seria suprimido en un enfoque insensible y con una indiscriminada medicación rutinaria.
EI grupo de perturbaciones mentales conocidas como psicosis representa un gran desafío y un enigma para la psiquiatría y la psicología occidentales. Esos estados se caracterizan por una profunda interrupción de la capacidad para percibir el mundo en términos normales, para pensar y responder emocionalmente de un modo cultural y socialmente aceptable, y para comportarse y comunicarse correctamente.
Para algunos de los problemas de la categoría de la psicosis, la ciencia moderna ha descubierto cambios anatómicos, fisiológicos o bioquímicos subyacentes en el cerebro o en otras partes del organismo. Se suele hacer referencia a este subgrupo como a las psicosis orgánicas y sin duda pertenece al dominio de la medicina. Sin embargo, no se ha hallado explicación medica alguna para muchos otros estados psicóticos, a pesar de los concentrados esfuerzos de generaciones de investigadores de varios campos. A pesar de la falta general de resultados en la búsqueda de causas medicas especificas, las denominadas psicosis funcionales suelen ser categorizadas como enfermedades mentales cuya causa se desconoce. Es este subgrupo de psicosis el que nos interesa aca.
En vista de la ausencia de un consenso claro respecto de las causas de las psicosis funcionales, seria mas apropiado y honesto reconocer nuestra completa ignorancia en cuanto a su naturaleza y origen y emplear el término enfermedad sólo para esos estados para los cuales podemos hallar una base física especifica. Así podemos abrir la puerta a nuevos enfoques al menos para algunas psicosis funcionales, produciendo nuevas perspectivas que difieren de manera teórica y practica de la visión medica de la enfermedad. Ya se han desarrollado alternativas, en particular en el contexto de las denominadas psicologías profundas. Estas son diversas teorías psi­cológicas p estrategias psicoterapéuticas inspiradas por la obra precursora de Sigmund Freud.
Aunque los enfoques de la psicología profunda se discuten y enseñan en los círculos académicos, el entendimiento y el tratamiento de Ias psicosis funcionales en la psiquiatría predominante por una variedad de razones están dominados por el pensamiento medico. Históricamente, la psiquiatría ha podido establecerse de manera firme como una disciplina medica. Ha hallado una base orgánica para ciertos estados psicóticos y, en algunos casos, incluso tratamientos efectivos para ellos. Además, ha podido controlar con buenos resultados los síntomas de estados psicóticos de origen desconocido mediante tranquilizantes, antidepresivos, sedantes e hipnóticos. Así, parecería lógico extender esta trayectoria y aguardar el éxito según las mismas líneas en esas perturbaciones para las cuales aun no se han encontrado causas y tratamientos. Hay hechos adicionales que hacen que la perspectiva medica, o psiquiátrica, resulte persuasiva. La psiquiatría rastrea los estados y las conductas psicóticos hasta las condiciones físicas y fisiológicas, mientras que las psicologías profundas tratan de hallar las causas de los problemas mentales en acontecimientos y circunstancias de la vida del paciente, habitualmente sucesos de su infancia. De este modo, la psicología tradicional limita las fuentes de todos los contenidos de la mente a aspectos observables de la historia personal del paciente. Esto es lo que denominamos el “modelo biográfico” de psicosis. Las conductas y los estados psicóticos de la mente para los cuales no pueden hallarse causas en la historia biográfica parecerían proporcionar evidencia para el modelo medico. En verdad, hay aspectos significativos de muchas psicosis que no pueden explicarse mediante el método psicológico de descubrir todas las condiciones mentales en la historia de la vida del paciente. Algunos implican ciertas emociones y sensaciones físicas extremas que no pueden entenderse facilmente en términos de la historia de la infancia o de posteriores acontecimientos de la vida del individuo. Aquí entran, por ejemplo, las visiones y las experiencias de dominación por parte del universo, las torturas diabólicas, la desintegración de la personalidad o incluso la destrucción del mundo. Del mismo modo, los abismales sentimientos de culpa, una sensación de condena eterna o impulsos agresivos incontrolables e indiscriminados, en muchos casos no pueden rastrearse hasta acontecimientos o circunstancias específicos de la vida del paciente. Facilmente podríamos suponer entonces que esos elementos tan ajenos de la psiquis deben tener origen en procesos patológicos orgánicos que afectan el cerebro de manera directa o indirecta. Hay otros tipos de experiencias que presentan problemas para la visión biográfica, no solo por su intensidad sino por su naturaleza misma. Las experiencias de deidades y demonios, de héroes y paisajes míticos o de regiones celestiales c infernales no tienen ningún lugar en el mundo tal como lo entiende la ciencia occidental. Por lo tanto, parece obvio sugerir, como lo hace la perspectiva medica, que deben ser productos de algún proceso de enfermedad física desconocido. La naturaleza mística de muchas experiencias en estados de conciencia no ordinarios las pone automáticamente en la categoría de la patología, dado que la espiritualidad no es considerada una dimensión legitima en el universo exclusivamente material de la ciencia tradicional.
Pero recientes desarrollos en la psicología han comenzado a sugerir fuentes para experiencias tan extraordinarias que están fuera tanto de la patología medica como de la historia de vida personal. Historicamente, el primer avance en este sentido fue la obra del psiquiatra suizo C. G. Jung. Jung expandió ampliamente el modelo biográfico introduciendo el concepto del inconsciente colectivo. Mediante el análisis cuidadoso de su propia vida de sueno, los sueños de sus pacientes y las alucinaciones, las fantasías y las ilusiones de los psicóticos, Jung descubrió que la psiquis huma­na tiene acceso a imágenes y motivos que son realmente universales. Se los puede encontrar en la mitología, el folklore y el arte de culturas ampliamente distribuidas no solo a través del globo sino también en toda la historia de la humanidad.
Estos arquetipos, como los denominó Jung, se presentan con regularidad sorprendente en individuos cuya historia de vida y educación carecen de exposición directa a sus diversas manifestaciones culturales e históricas. Esta observación lo llevo a la conclusión de que existe, además del inconsciente individual, un incons­ciente racial o colectivo que es compartido por toda la humanidad. Veía la religión comparada y la mitología como fuentes invalorables de información sobre estos aspectos colectivos del inconsciente. En el modelo de Jung, muchas experiencias que no tienen sentido como derivados de acontecimientos biográficos, como las visiones de deidades y demonios, pueden verse como el surgimiento del contenido del inconsciente colectivo.
Aunque las teorías de Jung son conocidas desde hace décadas, inicialmente no tuvieron una influencia significativa fuera de reducidos círculos de dedicados seguidores. Sus ideas se adelantaban mucho a su tiempo y debieron aguardar mayor ímpetu para cobrar importancia. Esta situación empezó a revertirse durante al década de 1960,época de un gran renacimiento del interés en los mayores alcances de la conciencia humana. Esa época de exploración interior se inicio con la experimentación clínica con drogas psicodélicas entre profesionales y la exposición personal de una porción de la población lega, lo que por un tiempo fue conocido como la contracultura. La exploración continuó con una avalancha de téc­nicas experienciales de prácticas de psicoterapia y espirituales de toda clase, de la terapia gestáltica a la meditación trascendental, entre los terapeutas y los legos en las décadas del ‘70 y el ‘80.
Como muchos empezaron a experimentar las clases de imágenes y símbolos que Jung atribuyo al inconsciente colectivo, así como episodios de una naturaleza mística clásica, esa ola aporto fuerte evidencia que apoyaba las ideas de Jung y una poderosa validación de las tradiciones místicas del mundo, tanto orientales como occidentales. Durante esa época se hizo obvio para muchos practicantes dedicados a esas exploraciones que necesitábamos un nuevo modelo de la psiquis cuyos elementos importantes incluyeran no solo la dimensión biográfica freudiana sino tambien el inconsciente colectivo de Jung y la espiritualidad.
Cuando se piensa en la mente en términos tan vastamente expandidos, los contenidos de las experiencias que surgen durante diversos estados no comunes de conciencia no son vistos como productos arbitrarios, al azar, del funcionamiento defectuoso de la mente. Antes bien, son manifestaciones de los profundos retiros de la psiquis humana que habitualmente no son accesibles. Y el surgimiento de ese material inconsciente en realidad puede ser curativo y transformador, si se produce en las circunstancias adecuadas. Diversas disciplinas espirituales y tradiciones místicas, del chamanismo al zen, representan ricos reservorios de invalorables conocimientos con respecto a esos dominios más profundos de la mente. Por siglos se ha sabido que pueden producirse muchos episodios dramáticos y difíciles durante la practica espiritual y que el camino al esclarecimiento puede ser escabroso y tormentoso.
Así, la luz brindada por la psicología profunda y los legados espirituales antiguos proporciona la base para un nuevo entendimiento de algunos de los estados psicóticos para los cuales no puede hallarse ninguna causa biol6gica. Los desafíos a la psiquiatría moderna que presentan estas dos escuelas de conocimiento nos muestran las raíces de la idea de emergencia espiritual, un concepto que examinaremos ahora en mayor detalle.

EI ideograma chino que corresponde a crisis representa perfectamente la idea de emergencia espiritual. Esta compuesto por dos signos básicos, o radicales: uno de ellos significa “peligro” y el otro “oportunidad”. Así, mientras el pasaje por esa clase de condición suele ser dificil e inquietante, esos estados tienen un notable potencial evolutivo y de curación. Si se las entiende y trata adecuadamente como etapas difíciles en un proceso natural de desarrollo, las emergencias espirituales pueden tener como resultado la cura espontánea de diversas perturbaciones emocionales y psicosomáticas, cambios favorables de la personalidad, soluciones para problemas importantes en la vida y la evolución hacia lo que algunos denominan “conciencia superior”. Dado el peligro concomitante y el potencial positivo de esas crisis, la gente implicada en la emergen­cia espiritual necesita la guía experta de los que poseen experiencia personal y profesional en estados no ordinarios de conciencia y saben como tratarlos y apoyarlos. En los individuos que sufren una crisis evolutiva de esta clase, los rotulos patológicos y el uso insensible de diversas medidas represivas, incluido el control de los síntomas con medicación, pueden interferir en el potencial positivo del proceso. La dependencia de largo plazo de los tranquilizantes que suele sobrevenir, con sus efectos secundarios bien conocidos, la perdida de vitalidad y el modo de vida condicionado presentan un triste contraste respecto de esas raras situaciones en que la crisis de transformación ha sido apoyada, validada, permitiéndosele llegar a su culminación. Por lo tanto conviene destacar la importancia de entender la emergencia espiritual y de crear enfoques comprensivos y efectivos para su tratamiento y adecuados sistemas de apoyo. (EI tema del tratamiento se encara de manera más amplia en nuestro ensayo “Ayuda en la emergencia espiritual”.
En algunos casos es posible identificar la situación que parece haber desencadenado la emergencia espiritual. Puede ser un factor principalmente físico, como una enfermedad, un accidente o una operación. Otras veces, el esfuerzo físico extremo o la prolongada falta de sueno puede parecer el desencadenante inmediato. En las mujeres, puede ser el alumbramiento, los problemas del embarazo o el aborto. Tambien hemos visto situaciones en que el comienzo del proceso coincidió con una experiencia sexual excepcionalmente poderosa.
En ocasiones, el comienzo de la emergencia espiritual puede seguir a una experiencia emocional poderosa. Puede tratarse de la perdida de un vinculo importante, como la muerte de un hijo u otro pariente cercano, el fin de una relación amorosa o el divorcio. Del mismo modo, una serie de fracasos, como ser despedido de un empleo, o la pérdida de propiedad, pueden preceder inmediatamente el inicio de la crisis evolutiva. En los individuos predispuestos, el ultimo golpe puede ser una experiencia con drogas psicodélicas o una sesión de psicoterapia experiencial.
Sin embargo, uno de los catalizadores más importantes de la emergencia espiritual parece ser una profunda dedicación a diversas formas de meditación y de practica espiritual. Esos métodos han sido diseñados específicamente para activar las experiencias espirituales. En reiteradas ocasiones han tomado contacto con nosotros personas cuyas experiencias desusadas se presentaron durante la practica sostenida del zen, la meditación budista vipassana, el yoga kundalini, los ejercicios sufis o la plegaria cristiana y la contemplación monástica. Cuando diversas disciplinas espirituales orientales y occidentales están ganando rápidamente popularidad, son cada vez mas las personas que tienen crisis transpersonales, otra razón mas por la cual el correcto entendimiento y el tratamiento de las emergencias espirituales sea una cuestión de creciente importancia.

EI espectro empírico de las emergencias espirituales es sumamente rico: implica emociones intensas, visiones y otros cambios de percepción, así como desusados procesos de pensamientos, además de diversos síntomas físicos que van de los temblores a las sensaciones de ahogo. Pero hemos observado que el contenido de estas experiencias parece pertenecer a tres categorías mayores.
EI primer grupo incluye experiencias estrechamente relacionadas con la historia de vida de un individuo, y se la conoce como categoría biográfica. La segunda categoría gira en torno de cuestiones de morir y renacer; una intima relación con el trauma del nacimiento biológico le da a este grupo el nombre de perinatal. La tercera categoría esta mucho mas allá de los limites de la experiencia humana común y esta íntimamente relacionada con el inconsciente colectivo de Jung; a estas las denominamos experiencias transpersonales porque implican imágenes y motivos que parecen tener una fuente exterior a la historia personal del individuo.
Los aspectos biográficos de las emergencias espirituales implican revivir y curar acontecimientos traumáticos de la vida personal. La emergencia de importantes recuerdos de la infancia, por ejemplo el abuso físico o sexual, la perdida de un padre o de un ser querido, los encuentros próximos con la muerte, la enfermedad o la cirugía, y otros acontecimientos difíciles, a veces pueden tener una parte importante en las crisis de transformación. Este dominio ha sido cabalmente explorado, y se han trazado mapas, por parte de los terapeutas orientación biográfica, por lo cual no requiere mayor discusión en estas paginas.
El nivel siguiente de experiencias en la emergencia espiritual es el perinatal (del griego peri, que significa “alrededor”, y del latín natal, o “relativo al nacimiento”). Este aspecto de la emergencia espiritual se centra en temas de muerte y de renacimiento, y se desarrolla en un modelo que tiene una relación tan intima con las etapas del nacimiento biológico que parece ser que implica revivir el recuerdo del propio nacimiento.
Dado que la mayoría de nosotros no recordamos conscientemente nuestro propio nacimiento, tenemos dificultad para creer que la experiencia de nacer tenga algún peso formativo sobre el ser humano. Pero hay evidencia reciente que sugiere lo contrario. El movimiento perinatal en psicología, que esta en crecimiento y que tuvo sus orígenes en las teorías de Otto Rank, discípulo de Freud y cobro impulso con las investigaciones de David Chamberlain y otros, afirma de manera convincente que el recuerdo sepultado del trauma del nacimiento tiene un profundo efecto sobre la psiquis y puede reaparecer mas tarde en la vida.
Revivir el recuerdo del nacimiento a menudo tiene como resultado la preocupación con la muerte y la imaginería relacionada con la muerte, lo que refleja tanto que el nacimiento es un acontecimiento difícil y amenazador de la vida como es en sí mismo la “muerte” del periodo de existencia prenatal, la única clase de vida que ha experimentado hasta ese momento el feto. La gente que revive el trauma del nacimiento siente que su vida esta biológicamente amenazada; esto se alterna o coincide con experiencias de luchar por nacer o por liberarse de formas muy incomodas de confinamiento. Los temores de enloquecer, de perder el control e incluso de muerte inminente puede agudizarse tanto en esos estados que se asemejan a la psicosis.
Los episodios a menudo poseen profundos matices espirituales, percibidos como una poderosa apertura mística y una reconexión con lo Divino. A menudo están entremezclados con motivos mitológicos del inconsciente colectivo que describió Jung como arquetipos, lo que curiosamente sugiere que el nivel perinatal de la mente de alguna manera representa la separación entre el inconsciente individual y el colectivo. Mientras los muchos temas y facetas fascinantes de esta categoría de emergencia espiritual y su relación con el nacimiento biológico están mas allá del alcance de la presente obra, puede hallarse una discusión más comprensiva y detallada en The Adventure of Self Dicovery (La aventura del autodescubrimiento) de Stanislav Grof.
Además de los temas biográficos y perinatales, muchas emergencias espirituales tienen un significativo componente de experiencias que pertenecen a la tercera categoría: episodios que son claramente espirituales o “transpersonales” en su contenido. La palabra transpersonal se refiere a la trascendencia de los limites comunes de la personalidad e incluye muchas experiencias que han sido denominadas espirituales, místicas, religiosas, ocultas, mágicas o paranormales. Dado que estos términos están asociados con muchos conceptos errados populares, es sumamente importante el entendimiento correcto del ámbito transpersonal para la correcta evaluación de los problemas relativos a las emergencias espirituales.
EI mejor modo de iniciar nuestra discusión de este dominio de la experiencia es definir los factores que nos limitan en la vida cotidiana, impidiéndonos tomar contacto con la dimensión transpersonal. En estados comunes de conciencia nos experimentamos como seres físicos, cuerpos materiales contenidos en nuestra piel. Alan Watts, el famoso filosofo que popularizo el pensamiento religioso oriental para los públicos occidentales, se refería a esta ” situación como a la identificación con el ego encapsulado en la piel. Nunca podemos experimentar con los cinco sentidos comunes lo que esta sucediendo acá ahora , los acontecimientos presentes en nuestro entorno inmediato. No podemos ver los acontecimientos de los cuales nos separa una montaña, oír conversaciones en una ciudad lejana o percibir la suavidad de la piel del cordero sin tocarla.
En los estados de conciencia no comunes, estas limitaciones parecen no tener vigencia. Cuando entramos en el ámbito transpersonal podemos experimentar histórica o geográficamente acontecimientos remotos de manera tan vivida como si estuvieran sucediendo aquí y ahora. Podemos participar en secuencias que implican a nuestros antepasados, a nuestros predecesores animales o incluso a personas de otros siglos y otras culturas que no tienen ninguna relación ancestral con nosotros.
Puede parecer que se disuelven nuestros limites y podemos identificarnos con otra gente, grupos de personas o toda la humanidad. En realidad podemos sentir que nos hemos convertido en cosas que comunmente percibimos como objetos exteriores a nosotros, como otra gente, animales o árboles. En los estados transpersonales pueden presentarse experiencias muy exactas y realistas de identificación con diversas formas de vida e incluso procesos inorgánicos como los acontecimientos subatómicos descriptos en la física cuántica.
Pero el contenido de las experiencias transpersonales no se limita al mundo de cosas que existen en nuestra realidad cotidiana. Incluye elementos que la cultura occidental no acepta como objetivamente reales: podemos encontrar deidades, demonios, guías del espíritu, habitantes de otros universos o figuras mitológicas, todos los cuales nos parecen tan reales como lo que solemos encontrar en la vida cotidiana. Así, en el estado transpersonal, no diferenciamos entre el mundo de la “realidad consensual” o el mundo cotidiano, convencional, y el ámbito mitológico de las formas arquetípicas. La discusión que acabamos de presentar puede parecer absurda a un lector escéptico educado en la tradición de la ciencia occidental. ¿Por que son importantes tales experiencias, y de que manera son relevantes para el problema de la emergencia espiritual? El hecho de que los fenómenos transpersonales parezcan reales y convincentes no significa que se los deba tomar en serio. Nuestro cerebro tiene una fantástica capacidad para almacenar con detalle fotográfico todo cuanto hemos oído, leído o visto en libros y películas y en la televisión. ¿Por que no podría ser posible que sencillamente armemos a partir de ese material increíblemente rico innumerables secuencias imaginarias sin un significado y una relevancia más profundos? ¿No es perder el tiempo darles tanta atención a estos fenómenos?
Este punto de vista, por lógico que pueda parecer, no pasa la prueba de la evidencia existente. Los investigadores que han estudiado seriamente las experiencias transpersonales han llegado a la conclusión de que se trata de fenómenos notables que ponen en duda la base misma de la tradicional cosmovisión occidental. Las experiencias transpersonales no pueden explicarse como producto de procesos neurofisiológicos dentro del sistema científico tradicional, que sostiene que la conciencia reside únicamente en el órgano dentro del cráneo.
El principal motivo para esta conclusión es la frecuente observación de que en las experiencias de esta clase podemos, sin la mediación de los sentidos, conectarnos con fuentes de información sobre el universo que están fuera del alcance definido convencionalmente de la psiquis individual. Las experiencias que implican a nuestros antepasados y acontecimientos de la historia de nuestra raza, episodios de la vida de otras culturas y secuencias que tienen la calidad de recuerdos de otras vidas, a menudo implican detalles muy específicos y exactos sobre las costumbres, las armas, los rituales y la arquitectura de estructuras sociales y periodos históricos a los cuales nunca hemos estado expuestos personalmente.
Las experiencias de identificación con diversos animales o con nuestros antepasados animales pueden tener como resultado extraordinarias percepciones relativas a la psicología, los instintos, los hábitos y el apareamiento animales. A menudo puede surgir información nueva fascinante de experiencias que implican a plantas o procesos inorgánicos. Tal información típicamente esta mucho mas allá del nivel de conocimientos de la persona que la recibe.
Sin embargo, la evidencia más convincente de la autenticidad de los fenómenos transpersonales procede del estudio de las experiencias fuera del cuerpo, durante las cuales se siente que la propia conciencia se ha separado del cuerpo y puede trasladarse hacia sucesos que están ocurriendo en lugares remotos y observarlos. La exactitud de las observaciones hechas en estados fuera del cuerpo se ha visto corroborada en forma reiterada por los investigadores que estudian las experiencias próximas a la muerte, que a menudo implican fenómenos fuera del cuerpo.
Lo más sorprendente es que aun las experiencias transpersonales que implican entidades y ámbitos que no son objetivamente reales según la cosmovisión occidental pueden transmitir información absolutamente nueva. Por ejemplo, en los estados no ordinarios, mucha gente ha encontrado deidades y ámbitos mitológicos específicos de culturas sobre las cuales no poseen ningún conocimiento personal. Detalles exactos de tales experiencias han sido verificados por la investigación de la mitología correspondiente a esas sociedades. (Fueron tales observaciones, como notamos anteriormente, las que condujeron a Jung al descubrimiento del inconsciente colectivo.)
Si bien escapa al alcance de este ensayo entrar en detalladas discusiones de la evidencia y dar ejemplos específicos, esperamos que este breve panorama haya logrado demostrar que las experiencias transpersonales, que tienen un rol critico en las emergencias espirituales, son acontecimientos extraordinarios que merecen estudio serio. (Aquellos que estén específicamente interesados en esta investigación pueden hallar mayor información en las obras de Stanislav Grof Beyond the Brain [Mas allá del cerebro] y The Adventure of Self Discovery (La aventura del autodescubrimiento) Seria un grave error desatender esos estados de la mente como productos irrelevantes o insignificantes de la patología del cerebro.
Más importante desde un punto de vista practico que la autenticidad de la información recibida en los estados transpersonales es su notable potencial terapéutico y transformador. Muchas dificultades emocionales y psicológicas tienen como origen recuerdos reprimidos y olvidados de acontecimientos traumáticos de la historia de vida. Sin embargo, parecen surgir otras complicaciones de la información inquietante o amenazante que esta debajo del umbral de la conciencia en los ámbitos perinatal y transpersonal. Se incluyen acá recuerdos traumáticos del nacimiento y lo que parecen ser “vidas asadas” identificación con animales heridos, arquetipos  demoníacos y muchos otros fenómenos. Cuando por medio de las diversas técnicas permitimos que surja a la conciencia ese material para poder experimentarlo y examinarlo plenamente, pierde el poder perturbador que de lo contrario puede ejercer en nuestra vida, y se pueden curar de manera completa problemas crónicos psicológicos e incluso físicos cuyos orígenes eran previamente desconocidos.
Del mismo modo, experiencias profundamente positivas y liberadoras, tales como la recuperación de felices recuerdos intrauterinos o sensaciones de unidad con la naturaleza, con otra gente y con lo divino, poseen un impacto curativo notablemente directo.
Algunas de las variedades mas importantes de “emergencia espiritual” son: Crisis chamánica, el despertar de  Kundalini, episodios de conciencia unitiva, renovación psicológica por el retorno al centro, las crisis de la apertura psíquica, experiencias cercanas a la muerte, etc..
A menudo nos dan mayor sensación de bienestar, una perspectiva más clara de las dificultades corrientes y un mayor sentido de propósito y dirección en la vida. Estas posibilidades extraordinarias nos impulsan a tratar las emergencias espirituales con gran respeto y a cooperar plenamente en la realización de su potencial curativo y transformador.

 
Texto de : http://www.holotropicaenargentina.com/emergencias-espirituales/

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