El Desarrollo Espiritual
por Ken Wilber
Existen cuatro estadios o fases del desarrollo espiritual, la creencia,
la fe, la experiencia directa y la adaptación permanente; dicho de otro modo;
uno puede creer en el Espíritu, uno puede tener fe en el Espíritu, uno puede
experimentar directamente el Espíritu y uno puede devenir Espíritu. 1.La
creencia es el primer (y, por consiguiente, el más común) de los estadios del
desarrollo espiritual. La creencia requiere imágenes, símbolos y conceptos y,
en consecuencia, suele originarse en el nivel mental. Pero el desarrollo de la
mente atraviesa distintas fases -mágica, mítica, racional y visión-lógica-,
cada una de las cuales sirve de fundamento a un tipo (y a un estadio) de
creencia religiosa o espiritual.
El estadio de las creencias mágicas
(ejemplificado por el vudú y los conjuros mágicos) es egocéntrico y se da tal
fusión entre el sujeto y el objeto que aquél cree que la fuerza de su deseo
puede llegar a operar sobre el mundo físico y sobre los demás. La creencia
mítica, por su parte, suele ser sociocéntrica y etnocéntrica, lo cual
significa que diferentes grupos sostienen mitos diferentes habitualmente
exclusivos (es decir, si uno cree, por ejemplo, que Jesús es el salvador de la
humanidad, no queda lugar alguno para Krishna), y proyecta sus intuiciones
espirituales sobre uno o más dioses o diosas físicamente desencarnados que
tienen el poder de influir sobre las acciones humanas. La creencia racional,
que constituye una decisión racional, no representa a Dios o la Diosa de un
modo antropomórfico, sino en tanto que el Fundamento Ultimo del Ser y, en ese
sentido, desmitologiza la religión. Se trata de una modalidad que alcanza su
cúspide en la creencia visión-lógica y que explica el Fundamento del Ser en
tanto que Gran Sistema Holístico, Gaia, la Divinidad, una especie de
Eco-Espíritu, la «red-de-lavida», etcétera, recurriendo a ciencias como la
teoría sistémica.
Todas estas creencias mentales suelen
ir acompañadas de sentimientos o sensaciones emocionales muy intensas que no
necesariamente son experiencias directas de las realidades espirituales
supramentales. En ese sentido, se trata de diferentes modalidades de traslación
que pueden ser abrazadas sin transformar en lo más mínimo el propio nivel de
conciencia. Pero, cuando la traslación comienza a madurar y la emergencia
directa de los dominios superiores comienza a presionar al yo, la creencia
acaba desembocando en la fe.
2. La fe comienza allí donde la
creencia pierde su poder. Porque el hecho es que llega un momento en que todas
las creencias mentales -precisamente por el hecho de ser mentales y no
supramentales o espirituales- pierden su fuerza, pierden su poder sobre la
conciencia y comienzan a palidecer porque, a fin de cuentas (por más que uno
crea en el Espíritu como «red-de-la-vida», por ejemplo), uno no deja de
sentirse como un ego separado, aislado y lleno de miedos. De poco servirá, en
tal caso, esforzarse en seguir creyendo, porque la creencia habrá dejado ya de
funcionar. Es entonces cuando va tornándose dolorosamente evidente que, si bien
la mera creencia puede proporcionar algún sentido traslativo, no comporta, no
obstante, la menor transformación verdadera. (Y las cosas pueden ser todavía
peores en el caso de que uno sustente creencias mágicas o míticas, puesto que
tales creencias no sólo no son transformadoras, sino que operan como una fuerza
regresiva que aleja a la conciencia de los dominios transracionales.)
Pero también hay que decir que, detrás
de la creencia mental en Gaia o en la «red-de-la-vida», suele ocultarse una
auténtica intuición de los dominios espirituales y transmentales, es decir,
una intuición de la Unidad de la Vida. Pero esa intuición no podría ser
plenamente comprendida mientras nuestra conciencia permanezca atrapada en la
creencia porque, en última instancia, todas las creencias, tanto las analíticas
como las holísticas, son dualistas y sólo cobran sentido en presencia de sus
opuestos. De lo que se trata no es tanto de pensar en la Totalidad como de
devenir la Totalidad, algo que sólo podrá ocurrir cuando uno deje de aferrarse
a creencias sobre la Totalidad. Las creencias no son más que un sustituto del
alimento para el alma, calorías espiritualmente vacías que más pronto o más
tarde dejarán de fascinarnos y develarán su verdadero rostro.
La fe suele ser el paso intermedio que
nos permite dar el salto que conduce desde la pérdida de la creencia hasta la
experiencia directa. Quizás, por ejemplo, la creencia en la Unidad ya no
ofrezca un gran consuelo, pero la persona todavía tiene fe en ella. Cuando las
creencias se tornan insostenibles aparece la fe, la llamada débil pero clara
de una realidad superior -el Espíritu, Dios, la Diosa, la Unidad, etcétera- que
trasciende la creencia y se encuentra más allá de la mente. La fe constituye
la puerta de acceso a la experiencia inmediata de lo supramental y de lo
transracional. En ausencia de creencias dogmáticas desaparece la convicción, y
a falta todavía de experiencia directa, uno carece de toda certidumbre. La fe
es, pues, una tierra de nadie -atestada de preguntas y de ninguna respuesta-
que se caracteriza por la determinación (estimulada por una intuición oculta) a
encontrar nuestra auténtica morada espiritual en la experiencia directa.
3. La experiencia directa responde a
todas las dudas inherentes a la fe. Se trata de un estadio caracterizado par la
presencia de dos fases diferentes: Las «experiencias cumbre» y las «experiencias
meseta».
Las experiencias cumbre suelen ser
intensas, breves, espontáneas y sumamente transformadoras. Las verdaderas
«experiencias cumbre» nos permiten vislumbrar nuestros potenciales
transpersonales y supramentales más elevados. Existen varios tipos de
«experiencias cumbre», entre las cuales cabe destacar las «experiencias cumbre»
del nivel psíquico, propias del misticismo natural (el tipo de unidad
característico del nivel ordinario), las «experiencias cumbre» del nivel sutil,
propias del misticismo teísta (el tipo de unidad característico del nivel
sutil), las «experiencias cumbre» del nivel causal, que nos permiten atisbar la
Vacuidad (la unidad propia del nivel causal) y las «experiencias cumbre» no
duales, que nos abren las puertas a Un Solo Sabor. Resulta evidente, como Roger
Walsh ha señalado, que cuanto más elevado es el nivel de la experiencia, más
infrecuente es. (Éste es el motivo por el cual la mayor parte de experiencias
de 'consciencia cósmica' son las propias del misticismo natural (o unidad del
nivel ordinario), el más bajo de los dominios místicos. Desafortunadamente, sin
embargo, son muchas las personas que consideran equivocadamente que este nivel
es Un Solo Sabor, una confusión que adquiere visos de epidemia entre los teóricos
eco).
La mayor parte de las personas se
hallan, comprensiblemente, en el estadio de la creencia o de la fe (y,
ocasionalmente en el de la magia o del mito). De tanto en tanto, sin embargo,
algunos individuos pueden tener una «experiencia cumbre» de un dominio
realmente transpersonal que les sacuda muy profundamente (a menudo para mejor,
aunque también hay decir que, en ocasiones, para peor). En cualquiera de los
casos, sin embargo, ya no se trata de creencias que hayan leído en un libro o
de meras habladurías traslativas, sino de una experiencia real de un dominio
superior después de la cual el individuo ya no vuelve nunca a ser el mismo.
(Digamos, a modo de corta disgresión,
que las consecuencias de este tipo de experiencia no siempre son positivas. Porque
puede darse perfectamente el caso de que una persona que se halle en el nivel
mítico literal-concreto, por ejemplo, tenga una 'experiencia cumbre' del nivel
sutil que reactive sus mitos concretos y provoque la aparición de un
fundamentalismo según el cual su dios mítico particular es el único que puede
salvar al mundo, no dudando entonces en sacrificar los cuerpos de quienes se le
opongan en aras de la supuesta salvación de su alma. También puede ocurrir, por
ejemplo, que alguien que se halle en el nivel visión-lógico, tenga una
experiencia cumbre» del nivel psíquico, en cuyo caso su nuevo eco-paradigma» se
convierte en el único que puede salvar al planeta y tampoco dudará en imponer
una suerte de ecofascismo para salvarle. Este tipo de fanatismo religioso (que
constituye una confusa mezcolanza de verdades superiores con ilusiones
inferiores) resulta casi imposible de desarticular. Es cierto que las
«experiencias cumbre» nos permiten acceder provisionalmente a verdades
superiores, pero también lo es que esa brevedad puede ir seguida de un
retroceso a un nivel inferior y acabar sirviendo de justificación para las más
espantosas creencias)
Pero si bien las «experiencias
cumbre» son de poca duración -desde unos pocos minutos hasta unas pocas horas-,
las experiencias meseta, por su parte, son más estables y duraderas y tienden a
la adaptación permanente. Las «experiencias cumbre» suelen presentarse de
manera espontánea pero, para convertir una experiencia cumbre en una
experiencia meseta -para transformar un breve estado alterado en un rasgo
duradero-, se requiere una práctica prolongada. Casi todo el mundo, en algún
momento de su vida, puede tener una breve experiencia cumbre y sé incluso de
algunos casos en os que, sin necesidad de práctica sostenida, ha terminado
convirtiéndose en una experiencia meseta. Así pues, la creencia y la fe
constituyen las modalidades de orientación espiritual prevalente, mientras que
las «experiencias cumbre», por su parte (raras pero auténticas experiencias
espirituales), sólo suelen darse en quienes están comprometidos con una
práctica espiritual sostenida, intensa, prolongada y profunda.
Al igual que decíamos con respecto a
las «experiencias cumbre», las «experiencias meseta» pueden darse en los
dominios psíquico, sutil , causal y no dual. Veamos un ejemplo, tomado del zen,
que abarca estos cuatro dominios. Es frecuente que quienes emprendan la
práctica de la meditación zen comiencen contando respiraciones, de uno a diez y
vuelta a empezar. Cuando el sujeto puede hacer eso durante media hora sin
perder la cuenta, suele recibir un koan como el de mu, por ejemplo (que, por
cierto, fue mi primer koan). Así, en los próximos tres o cuatro años, el sujeto
se enfrasca durante varias horas al día en esta práctica, concentrándose de continuo
en el sonido mu, al tiempo que se pregunta: ¿cuál es el significado de mu? o
¿quién está concentrándose en mu?. Durante ese estadio, el sujeto suele asistir
a sesshnis de siete días de práctica muy intensa, en donde practica durante el
día y la noche.
La primera experiencia meseta importante tiene lugar cuando el sujeto puede
mantenerse de manera literalmente ininterrumpida en mu durante la mayor parte
de las horas de vigilia, en cuyo caso mu pasa a convertirse en parte de su
conciencia, hasta el punto de que bien podría decirse que uno se torna en mu, o
dicho en otras palabras, que el Testigo se mantiene de manera constante durante
el estado de vigilia ordinaria. Entonces es cuando se le dice que, para
penetrar realmente en mu, debe trabajar también en ese koan durante el estado
de sueño.
(Cuando escuché esto por vez primera
creí que se trataba de un chiste, de ese tipo de bromas tan característicos de
los ritos cuarteleros de iniciación machista, del tipo: '¡quien quiera formar
parte del primer batallón de infantería deberá comerse tres serpientes vivas!'.
Yo creía que estaban tratando de asustarme, cuando lo cierto es que simplemente
estaban tratando de ayudarme.) Tras otros dos o tres años más de práctica, el
sujeto logra mantener una concentración sutil en mu durante el estado de sueño,
de modo que la conciencia testigo permanece también de manera constante durante
el estado del sueño sutil (1)
El estado de sueño es sólo uno de los
muchos tipos de fenómenos propios del reino sutil; el típico estado sutil es el
savilkalpa samadhi, 'la absorción no dual en la forma' que nos permite
permanecer abiertos al dominio sutil mientras despertamos. Según se dice, el
estado de sueño es una subclase del nivel sutil en el que no hay fenómenos
materiales ordinarios (sólo imágenes y formas). Es por ello que el hecho de
entrar conscientemente en el sueño se ha comparado siempre al savikalpa
samadhi, ya que ambos evidencia la presencia simultánea de ondas alfa
(despertar) y de ondas beta (sueño). Además, el efecto de la evolución de la
conciencia es semejante en ambos casos ya que, en cierto modo, uno objetiva el
nivel sutil (viéndolo conscientemente como un objeto mientras despierta) y
luego pierde su poder, lo trasciende y comienza a adentrarse en el dominio
causal. El nirvikalpa samadhi es el estado típico de la consciencia causal, la
cesación pura, sin forma y sin manifestación (un tipo de vacuidad) que nos
permite adentrarnos en el dominio causal mientras estamos despiertos
(nirvikalpa madura en jnana samadhi, la ausencia de forma radicalmente pura y,
en algunas tradiciones, en nirodh, la extinción de todo tipo de objetos). Del
mismo modo que el savikalpa y sueño diáfano son análogos, el hecho de mantener
la consciencia durante el estado de sueño profundo sin sueños y el nirvikalpa
son también análogos, porque tanto en uno como en otro, alfa (vigilia) y delta
(lo sin forma) se hallan simultáneamente presentes, de modo que uno puede
llevar la conciencia hasta el reino de lo sin forma y abrirse a los no dual. De
este modo se trasciende lo causal y el nirvikalpa/jnana (gnosis) da lugar al
sahaja, la omnipresencia espontánea de Un Solo Sabor.
Pero este proceso no debe pasar
necesariamente por el sueño diáfano ni por el sueño diáfano con sueños, ya que
el savikalpa samadhi y el nirvikalpa samadhi pueden ser alcanzados durante el
estado de vigilia. Cuando el practicante logra una cierta competencia en el
savikalpa, suele presentarse el sueño diáfano, precisamente porque ambos son
análogos. Del mismo modo, el dominio del nirvikalpa suele verse acompañado del
sueño diáfano y lo mismo suele ocurrir en sentido contrario, es decir, que el
hecho de seguir meditando durante el estado de sueño y de sueño profundo
constituye una forma muy eficaz de entrar en savikalpa y en nirvikalpa y
también favorece la apertura a sahaja. No olvidemos que siempre se ha dicho que
el yoga del sueño es uno de los métodos más eficaces para alcanzar una
experiencia meseta en los dominios sutil y causal que abre la puerta a la
adaptación estable (y por tanto a la trascendencia) de esos dominios.
A estas alturas, y en la medida en que
el discípulo se aproxima al dominio causal no manifiesto (el nivel de la
absorción pura), va acercándose también a esa explosión conocida con el nombre
de satori, el descubrimiento del hielo congelado de la absorción causal pura en
la Gran Liberación de Un Solo Sabor, una experiencia que también comienza como
una experiencia cumbre que, con la práctica, acaba convirtiéndose en una
experiencia meseta y finalmente en una adaptación permanente.(2)
Los tres o cuatro estadios diferentes
de adaptación que conducen desde el nivel causal/nirvikalpa/nirvana hasta Un
Solo Sabor son conocidos con el nombre de estadios postnirvánicos. Existen
muchas versiones de estos estadios, pero todas ellas giran en torno a la
conciencia constante o el acceso ininterrumpido a la conciencia testigo en los
tres estados (primero en forma de experiencia meseta y luego como adaptación
estable) que culminan en la desaparición del testigo en Un Solo Sabor no dual
(primero en forma de experiencia cumbre, después como experiencia meseta y
finalmente como adaptación estable.)
Una vez que se ha consolidado de
manera estable la adaptación a Un Solo Sabor, se despliegan los estadios
postiluminados. Según se dice, estos estadios concluyen en bhava samadhi, la
traslación corporal completa de lo humano a lo divino o, en otras palabras, 'la
extinción completa de todas las cosas en el dharmadtu' o, dicho de otro modo,
el logro de un cuerpo de luz permanente. (Ver El Ojo del Espíritu para una
discusión más detallada sobre los estadios evolutivos postnirvánicos y
postiluminados.) Los estadios postnirvánicos (la esencia del Mahayana y del
Vajrayana, que no solo abrazan lo sin forma (el nirvana) sino que lo integran
con el mundo de la forma (el samsara) siempre ha tenido mucho sentido para mí
y, basándome en mi propia experiencia, puedo certificar la realidad de la
experiencia ininterrumpida de la conciencia constante y de Un Solo Sabor
durante veinticuatro o incluso treinta y seis horas (y hasta, en una sola
ocasión, durante once días y once noches). En ninguno de estos casos se trató
de una adaptación permanente, pero conozco a varios maestros que, en mi
opinión, están ahí y la literatura al respecto está llena de ejemplos a este
respecto. Y si digo que los estadios postnirvánicos tienen sentido para mi es
porque son, después de todo, simples estadios de adaptación de la no dualidad
(los estadios de integración entre el nirvana y el samsara, entre el Espíritu y
sus manifestaciones, entre la Vacuidad y la Forma.) Además, los resultados de
las investigaciones electroencefalográficas realizadas en este sentido por
Alexander y otros parecen corroborar su existencia.
Pero no
puedo decir lo mismo de los estados postiluminados, que ni tienen mucho
sentido, ni tampoco he conocido a nadie que plausiblemente se hallara en ellos.
Se trata de estadios cuya descripción suele evocar vestigios de la visión
mágica del mundo, porque se refieren a cuestiones tales como la transformación
del cuerpo en luz, la capacidad de realizar milagros, etc., ninguno de los
cuales dispone de evidencia creíble y reproducible. La 'extinción de todas las
cosas en dharmadatu', por su parte, me parece indistinguible de jnana o nirodh
o, dicho de otro modo, una regresión de Un Solo Sabor, no un desarrollo hacia
él. Y entiéndase que con ello no estoy afirmando su inexistencia, sino tan solo
que, comparados con los estadios de los que habla tradición (hasta llegar a los
postnirvánicos que anteriormente he bosquejado), existen muchos menos datos
sobre los estadios postiluminados, quizás porque son muy raros o tal vez porque
realmente no existan.
4. El término adaptación se refiere
simplemente al acceso constante y permanente a un determinado nivel de conciencia.
La mayor parte de nosotros ya nos hemos adaptado (o, dicho de otro modo, ya
hemos evolucionado) a la materia, el cuerpo y la mente (y por ello podemos
acceder a esos niveles siempre que queramos). También hay personas que han
tenido «experiencias cumbre» de los niveles transpersonales (psíquico, sutil,
causal y no dual). Pero la práctica puede permitirnos evolucionar hasta las
«experiencias meseta» de esos reinos superiores que, con la práctica, acaban
convirtiéndose en adaptaciones permanentes que nos permiten acceder de manera
constante a los niveles psíquico (misticismo natural), sutil (misticismo
teista), causal (misticismo sin forma) y n dual (misticismo integral) de un
modo tan habitual como hoy en día lo es, para la mayor parte de nosotros, el
acceso a la materia, el cuerpo y la mente. Y esto se manifiesta de un modo
palpable en la presencia de una conciencia constante (sahaja) que perdura a
través de los tres estados de vigilia, sueño (savikalpa samadhi) y sueño sin
sueños (nirvikalpa samadhi). Entonces resulta evidente porqué "lo que no
está presente en estado de sueño profundo sin sueños no es real". Lo Real
debe hallarse presente en los tres estadios, incluyendo el sueño profundo sin
sueños, y la Conciencia pura es lo único que se halla presente en los tres.
Este hecho resulta perfectamente evidente cuando uno descansa en tanto que
conciencia pura, vacía y sin forma y "contempla" la aparición,
permanencia y desaparición de los tres estados, mientras permanece como lo
inamovible, lo Inmutable, lo No Nacido, liberado en la Vacuidad pura de la que
emana toda Forma y en la Totalidad resplandeciente de Un Solo Sabor.
Estas son algunas de las fases por las
que atraviesa el camino de adaptación a los niveles superiores de nuestra
naturaleza espiritual: creencia (mágica, mítica, racional y holística); fe (que
no es tanto una experiencia directa como una intuición de los dominios
superiores); experiencia cumbre (de los niveles psíquico, sutil, causal y no
dual, aunque no en un orden concreto, porque suelen tratarse de situaciones muy
puntuales); experiencias meseta (de los niveles psíquico, sutil, causal y no
dual, casi siempre en este orden, porque para alcanzar un determinado
estadio suele ser necesario el estadio anterior) y adaptación permanente (a lo
sutil, lo causal y lo no dual, también en ese orden y por la misma razón).
Concluiremos ahora subrayando varios
puntos importantes:
Uno puede hallarse en un nivel
relativamente elevado del desarrollo espiritual y permanecer todavía en un
nivel relativamente bajo en otras líneas (el nivel psíquico profundo, por
ejemplo, puede estar muy avanzado, mientras que el frontal permanece
relativamente estancado). Todos conocemos a personas espiritualmente
desarrolladas que, no obstante, son bastante inmaduras en el ámbito sexual, en
el de la salud física, en la capacidad de establecer relaciones emocionalmente
profundas, etcétera. De modo que el acceso constante a Un Solo Sabor no va
necesariamente acompañado del desarrollo muscular, ni tampoco le proporcionará
un nuevo trabajo, ni una pareja ni tampoco le curará de sus neurosis. Los
contenidos profundos de la sombra no desaparecen con la meditación y el acceso
a los estadios superiores de la práctica espiritual porque, contrariamente a lo
que sostiene la creencia popular, la meditación no es una técnica de
descubrimiento. Si lo fuera, la mayor parte de los maestros de meditación no
necesitarían psicoterapia, cuando lo cierto es que la necesitan tanto como los
demás. La meditación no apunta tanto a desvelar el material inconsciente
reprimido como a posibilitar la emergencia de dominios más elevados, con lo
cual los dominios inferiores siguen siéndolo y tal vez se hallen ahora aún más
reprimidos.
No estaría, pues, de más combinar la
práctica espiritual con una buena psicoterapia y lo mismo podríamos decir con
respecto al ejercicio del cuerpo físico (incluyendo, por ejemplo, el
levantamiento de pesas), el cuerpo pránico (t'ai chi chuan), el trabajo con el
grupo o la comunidad, etcétera, etcétera. El único modo sano y equilibrado de
proceder con el desarrollo superior consiste, obviamente, en emprender una
práctica realmente integral.
Esto resulta especialmente importante
porque la religión civil centrada en la persona (y el "paradigma
415") está fundamentalmente anclado en el estadio de la creencia
holística. Para que la mayor parte de las personas vayan más allá de estas
traducciones mentales es necesario emprender una auténtica práctica
transformadora y la práctica integral es, muy probablemente, la más eficaz porque
no solo subraya la transformación del yo, sino también del resto de los
cuadrantes -en el Gran Tres del 'yo', el 'nosotros' y el 'ello'- prácticas
transformadoras del yo, de las relaciones, de la comunidad y de la naturaleza,
no sólo como un cambio en el tipo de creencia sino en el nivel de la
conciencia.
Aunque haya señalado que el acceso a
ciertos niveles requiere de cinco o seis años de dura práctica (y a otros
todavía superiores un tiempo cinco veces superior) no se preocupe por ser solo
un principiante. Emprenda la práctica, tenga en cuenta que cinco o seis años
pasan en un abrir y cerrar de ojos ya que la recompensa bien merece la pena. Si
durante ese tiempo, por otra parte, no hace más que escuchar a maestros que le
hablan de creencias (ya sean mágicas, míticas, racionales u holísticas) sólo
será cinco o seis años mayor. (Las creencias holísticas están muy bien -y son
muy adecuadas- en el dominio mental, pero no olvide que la espiritualidad tiene
que ver con el dominio transmental y que la traslación mental nunca le ayudará
a trascender la mente, y la religión civil centrada en la persona tampoco le
liberará de sí mismo.) Le recomiendo, pues, que asuma una práctica
contemplativa, transpersonal y supramental. Poco importa lo dura que le parezca
la práctica, simplemente empiece. Recuerde el viejo chiste: ¿Cómo puede uno
comerse un elefante? de bocado a bocado.
El hecho es que, unos pocos bocados
después, usted ya habrá logrado considerables beneficios. Tal vez pudiera
empezar, por ejemplo, con veinte minutos al día con el tipo de oración de
centramiento que enseña el padre Thomas Keating, una práctica cuyos efectos son
casi inmediatos (serenidad, apertura, respeto, escucha, etcétera). Practique
zikr durante una media hora, vipassana durante cuarenta minutos, ejercicios de
yoga dos veces al día, visualización tántrica, oración del corazón o cuenteo de
las respiraciones durante quince minutos cada mañana antes de levantarse de la
cama. Cualquiera de estos abordajes es adecuado, el asunto es que organice su
práctica del modo que más le guste, pero que no tarde en dar los primeros
bocados...
Es cierto que tenemos que ser amables
con nosotros mismos, pero no lo es menos que también debemos ser firmes. Deje
de lado la "compasión idiota", trátese a sí mismo con auténtica
compasión y comprométase seriamente con la práctica.
La permanencia en estas prácticas
acabará evidenciándole la necesidad de asistir a un retiro intensivo de varios
días al año, lo que le permitirá comenzar a convertir las pequeñas «experiencias
cumbre» en las experiencias meseta iniciales de la práctica. los años pasarán,
pero usted estará madurando e irá trascendiendo de un modo lento pero seguro
los aspectos inferiores de sí mismo y abriéndose a los superiores. Entonces
llegará un día en que mirará hacia atrás y se dará cuenta del sueño (porque
realmente es un sueño) del que está a punto de despertar.
El asunto es muy sencillo: Si usted está interesado
en una espiritualidad aunténticamente transformadora busque un maestro
espiritual y comprométase con una práctica. Sin práctica jamás pasará de la
fase de la creencia, de la fe o de las «experiencias cumbre» esporádicas, nunca
evolucionará a las «experiencias meseta» y mucho menos a la adaptación
permanente. En el mejor de los casos, será un visitante ocasional en el
territorio de sus estados superiores, un turista en su verdadero Yo.
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