Psicoterapia y
Espiritualidad
por Ken Wilber
Pregunta EZ: Por favor explícanos tu visión sobre la interfase
existente entre la psicoterapia y la religión.
Respuesta KW: ¿Y que entiendes por
religión? ¿El fundamentalismo, el misticismo, la religión exotérica o la
religión esotérica?
EZ: Muy bien. Podríamos empezar por
ahí. Creo que, en tu libro “Un Dios sociable” presentas once definiciones
diferentes, once formas distintas de utilizar la palabra religión.
KW: Lo que quiero decir es que no
podemos hablar de ciencia y religión, de psicoterapia y religión, o de
filosofía y religión mientras no nos pongamos de acuerdo en lo que entendemos
por religión. Para nuestros fines actuales creo que, por lo menos, deberíamos
recurrir a la distinción entre las llamadas religiones exotéricas y
religiones esotéricas. La religión exotérica o “externa” en una religión
mítica, una religión tremendamente literal, que cree, por ejemplo, que
Moisés separó las aguas del Mar Rojo, que Cristo nació de una virgen, que el
mundo se creó en siete días, que una vez llovió literalmente maná del
cielo, etcétera.
Las religiones exotéricas del mundo
entero se afirman en este tipo de creencias y dogmas. Los hindúes, por ejemplo,
creen que la tierra descansa sobre la espalda de un elefante y que éste, a su
vez, se apoya sobre una tortuga que reposa sobre una serpiente. Pero cuando les
preguntamos “Y en qué se apoya la serpiente?”, te contestan: “Hablemos de otra
cosa”. Si les hiciéramos caso tendríamos que creer que Lao Tzu tenía
novecientos años cuando nació, que Krishna hizo el amor a diez mil
pastorcillas, que Brahma brotó de una grieta en un huevo cósmico, etc.
Así son las religiones exotéricas, un conjunto de sistemas de creencias que
intentan explicar los misterios del mundo en términos míticos más que en
términos de experiencia directa o de evidencia concreta.
EZ: De modo que la religión exotérica
o externa es, fundamentalmente, una cuestión de creencias, no de evidencia.
KW: Así es, y si crees en todos esos
mitos te salvarás mientras que, sino crees en ellos, irás al Infierno. Desde
ese punto de vista no hay otra alternativa posible. Este tipo de religión
literal y dogmática se encuentra en todos los rincones del mundo. Yo no discuto
nada de eso, lo único que afirmo es que ese tipo de religión, la religión
exotérica, no tiene nada que ver con la religión mística, vivencial y
experimentable. Ese es el tipo de religión o espiritualidad que verdaderamente
me interesa.
EZ: ¿Qué significa esotérico?
KW: Interno u oculto. Una religión no
es esotérica o mística porque sea oculta, secreta o algo por el estilo, sino
porque es una cuestión de experiencia directa y de conciencia personal. La
religión esotérica no te pide que tengas fe en nada o que te sometas dócilmente
a algún dogma. La religión esotérica, por el contrario, consiste en un conjunto
de experimentos personales que llevas a cabo científicamente en el
laboratorio de tu propia conciencia. Como toda ciencia que se precie, la
religión esotérica no se basa en las creencias o los deseos sino en una
experiencia directa válida y verificada públicamente por un grupo de iguales
que también han llevado a cabo el mismo experimento. Ese experimento es
la meditación.
EZ: Pero la meditación es privada.
KW: No, no lo es. No es más privada,
digamos, por ejemplo, que las matemáticas. No existe la menor evidencia
sensorial o empírica de que el cuadrado de – 1 sea igual a uno. La veracidad o
falsedad de este tipo de afirmaciones descansa exclusivamente en su conformidad
o inadecuación a ciertas reglas de lógica interna. Así pues, en el mundo
externo no es posible encontrar ningún número negativo; eso sólo existe en
nuestra propia mente. Pero que sólo exista en nuestra mente no significa que
sea falso, no implica que sea conocimiento privado y que no pueda ser validado
públicamente.
Su veracidad, por el contrario, es
validada por una comunidad de matemáticos experimentados, personas que conocen
la forma de realizar el experimento lógico necesario para decidir su verdad o
su falsedad. Exactamente del mismo modo, el conocimiento meditativo es un
conocimiento interno. Pero, al igual que ocurre con las matemáticas, se trata
de un conocimiento que puede ser validado públicamente por una comunidad de
meditadores experimentados que conocen la lógica interna de la experiencia
contemplativa. La veracidad del teorema de Pitágoras, por ejemplo, no se
determina por sufragio universal, sino que son los matemáticos experimentados
quienes deciden al respecto.
De manera similar, las distintas
tradiciones espirituales afirman, por ejemplo, que la experiencia íntima del
Ser es una con la experiencia del mundo externo. Pero, en cualquiera de los
casos, se trata de una verdad que puede ser verificada experimental y
vivencialmente por cualquiera que lleve a cabo el experimento adecuado. Y, tras
unos seis mil años de experimentación, es perfectamente lícito extraer ciertas
conclusiones y postular determinados teoremas espirituales, por así decirlo.
Esos teoremas espirituales constituyen el mismo núcleo de las tradiciones de la
Sabiduría Perenne.
EZ: Pero ¿por qué se les considera
“ocultas”?
KW: Porque hasta que no lleves a cabo
el experimento no sabrás lo que ocurre y, por consiguiente, no estarás
autorizado para opinar, del mismo modo que si no aprendes matemáticas no te
permiten dictaminar sobre la veracidad o falsedad del teorema de Pitágoras, lo
cual no quiere decir que no puedas tener opiniones al respecto. Pero al
misticismo no le interesan las opiniones sino el conocimiento. La religión
esotérica, el misticismo, permanece oculta a toda mente que no lleve a cabo el
experimento adecuado. Eso es todo lo que significa el término esotérico.
EZ: Pero las religiones son muy
diferentes entre si.
KW: Las religiones exotéricas difieren
enormemente entre si pero las religiones esotéricas de todo el mundo son
prácticamente idénticas. Como ya hemos visto, el misticismo o esoterismo es, en
un sentido amplio del término, científico, y al igual que no existe una química
alemana diferente de la química americana, tampoco existe una ciencia mística
hindú diferente de la musulmana. Ambas, más bien al contrario, están fundamentalmente
de acuerdo a la naturaleza del alma, la naturaleza del Espíritu y la naturaleza
de su identidad suprema, por nombrar tan solo algunas de sus múltiples
coincidencias.
Eso es lo que los eruditos denominan “
la unidad trascendente de las religiones del mundo”, es decir, el núcleo
esotérico que las unifica. Obviamente, sus estructuras superficiales varían
enormemente pero sus estructuras profundas, en cambio, son prácticamente
idénticas y reflejan la unanimidad del espíritu humano y sus leyes reveladas
fenomenológicamente.
EZ: Lo que dices es muy importante
pero no pareces creer- a diferencia de Joseph Campbell- que las religiones
míticas transmitan ningún conocimiento espiritual válido.
KW: Eres muy libre de interpretar los
mitos de las religiones exotéricas como más te plazca. De hecho puedes, como
hace Campbell, interpretar los mitos como alegorías o metáforas de verdades
trascendentales. Puedes, por ejemplo, interpretar que el nacimiento virginal de
Cristo significa que obraba espontáneamente desde su verdadero Yo (con
mayúscula), lo cual es precisamente lo que yo opino. Pero el problema es que
quienes creen en los mitos no suelen admitirlo así.
Ellos creen, por ejemplo, que María
era realmente virgen cuando concibió a Jesús. Los creyentes míticos no
interpretan alegóricamente los mitos sino que lo hacen de una manera literal y
concreta. En su tentativa de salvar los mitos, Joseph Campbell violó el mismo
tejido de las creencias míticas, lo cual constituye un error inaceptable.
Campbell parece decir al creyente mítico: “Yo se lo que realmente quieres
decir”. Pero el problema es que eso no es lo que ellos quieren decir. En mi
opinión, su enfoque es básicamente erróneo ya desde su comienzo.
Este tipo de mitos es muy corriente
entre los niños de seis a once años y corresponde al nivel de desarrollo
cognitivo que Piaget denomina “período de las operaciones concretas”. Como
reconoce incluso el mismo Campbell, las actuaciones espontáneas de los niños de
siete años de hoy en día constituyen una muestra muy representativa de casi
todos los grandes mitos exotéricos del mundo entero. Sin embargo, con la
aparición de las siguiente estructura de conciencia- el estadio de las
operaciones formales o racionales- ese mismo niño abandona las representaciones
míticas; momento a partir del cual, el niño- a menos que viva en una sociedad
que aliene de un modo u otro las creencias míticas- deja de creer en ellas.
Pero, en general, la mente racional y reflexiva considera que los mitos no son
más que eso, mitos, mitos útiles y necesarios hasta llegar a alcanzar un
determinado momento evolutivo pero insostenibles a partir de entonces. No
es cierto que los mitos transmitan el conocimiento evidente que pretenden
comunicar y, por consiguiente, no soporten la menor tentativa de verificación
científica.
EZ: Pero también hay quienes
interpretan los mitos de las religiones esotéricas de una manera alegórica o
metafísica.
KW: Efectivamente. Y esos son
precisamente los místicos. En otras palabras, los místicos son quienes dan un
significado esotérico u “ oculto” a los mitos. Y ese significado no depende de
un sistema de creencias, de símbolos o de mitos externos, sino que brota de la
experiencia directa interna y contemplativa del alma. En otras palabras, los
místicos no son, en modo alguno, creyentes míticos, sino fenomenólogos
contemplativos, místicos contemplativos y científicos contemplativos. Es por
ello que, como ha señalado Alfred North Whitehead, el misticismo siempre se ha
aliado con la ciencia en contra de la Iglesia, porque uno y otro se basan en la
evidencia consensual directa.
Newton fue un gran científico y un
profundo místico, y no experimentaba conflicto alguno por ello. Pero no parece
existir el mismo tipo de compatibilidad entre la ciencia y la creencia religiosa.
Son precisamente los místicos quienes afirman que la esencia de su religión es básicamente idéntica en todas las religiones míticas y que “recibe muchos nombres cuando, en realidad, es Uno”. Pero no encontrarás un solo creyente mítico- un fundamentalista protestante, pongamos por caso- que admita fácilmente que el budismo también es un camino perfecto de salvación. Quienes creen en los mitos suelen considerar que están en posesión del único camino porque su religión se basa en mitos externos, que varían de lugar en lugar, y esto es lo que imposibilita que perciban – a diferencia de los místicos- la unidad interna que se oculta detrás de los símbolos externos.
Son precisamente los místicos quienes afirman que la esencia de su religión es básicamente idéntica en todas las religiones míticas y que “recibe muchos nombres cuando, en realidad, es Uno”. Pero no encontrarás un solo creyente mítico- un fundamentalista protestante, pongamos por caso- que admita fácilmente que el budismo también es un camino perfecto de salvación. Quienes creen en los mitos suelen considerar que están en posesión del único camino porque su religión se basa en mitos externos, que varían de lugar en lugar, y esto es lo que imposibilita que perciban – a diferencia de los místicos- la unidad interna que se oculta detrás de los símbolos externos.
EZ: Si, ya veo ¿De modo que no estás
de acuerdo con Carl G. Jung en que los mitos son arquetipos y, en ese sentido,
tienen una importancia mística o trascendente?
KW: Esperaba que ese tema saliera a
relucir. Por aquel entonces, al igual que ahora, la encumbrada figura de Carl
Jung- del que Campbell no es sino un seguidor más- comina totalmente el campo
de la psicología de la religión. Cuando abordé este campo por primera vez,
creía firmemente, como todo el mundo, en los conceptos fundamentales y en los
esfuerzo pioneros que Jung realizó en este área. Pero con el transcurrir de los
años acabé llegando a la conclusión de que Jung cometió varios errores
profundos, y que esos errores- intensificados por lo profuso e incuestionado de
su difusión- constituían el principal escollo en el terreno de la psicología
transpersonal; no era posible entablar una conversación sobre psicología y
religión sin antes aclarar este difícil y espinoso tema.
KW: Carl Gustav Jung descubrió que los
hombres y mujeres modernos pueden producir de manera espontánea –en los sueños,
la imaginación activa, las asociaciones libres, etc- casi todos los temas
fundamentales de las religiones míticas del mundo. Este hallazgo le condujo a
deducir que las formas míticas básicas- a las que denominó arquetipos- son
comunes a todas las personas, las hereda todo el mundo y se transmiten gracias
a lo que él denomina “inconsciente colectivo”. Y luego afirmó aquello de que- y
aquí le cito literalmente- “el misticismo es la experiencia de los arquetipos”.
Pero, en mi opinión, este punto de vista incurre en varios errores cruciales.
Pero, en mi opinión, este punto de vista incurre en varios errores cruciales.
En primer lugar, es evidente que la
mente, incluso la mente moderana, puede llegar a producir, de manera
espontánea, formas míticas esencialmente similares a las que podemos encontrar
en las religiones míticas. Como ya he dicho, los estadios preformales del
desarrollo mental- en especial el pensamiento preoperacional y el pensamiento
operacional concreto- son naturalmente mitógenos. Todos los hombre y mujeres de
nuestro tiempo atraviesan esos estadios preformales del desarrollo mental- en
especial el pensamiento preoperacional y el pensamiento operacional concreto-
son naturalmente mitógenos. Todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo
atraviesan esos estadios del desarrollo durante la infancia, lo que les permite
acceder de manera espontánea a la estructura del pensamiento mítico,
especialmente en los sueños, en donde los niveles primitivos del psiquismo
pueden aflorar con más facilidad.
Pero eso no tiene absolutamente nada
de místico. Según Jung, los arquetipos son formas míticas básicas vacías de
contenido, mientras que el misticismo, por su parte, es conciencia carente de
forma. No parece existir, por tanto, ningún punto de contacto entre ambas
estructuras. En segundo lugar, Jung tomó prestado el término “arquetipo” de
grandes místicos como Platón y San Agustín. Pero la forma en que lo utiliza no
es la misma en la que lo utilizaron ellos ni tampoco en la que lo han utilizado
los grandes místicos del mundo entero. Para los místicos –Shankara, Platón, San
Agustín, Eckhart y Garab Dorje, por ejemplo-, los arquetipos son las primeras
formas sutiles que aparecen cuando el mundo brota del espíritu carente de
forma, del Espíritu no manifestado. Para ellos, los arquetipos son los modelos
en los que se basan todos los demás modelos manifestados. El término
“arquetipo” procede el griego arche typon, que significa modelo original.
En este sentido, los arquetipos son
formas sutiles, formas trascendentales, las primeras formas manifestadas, ya se
trate de manifestaciones físicas, biológicas, mentales, etc, etc. Y en la mayor
parte de las formas de misticismo, esos arquetipos son pautas de radiación,
puntos de luz, iluminaciones audibles, formas y luminosidades de colores
radiantes, luces irisadas, sonidos y vibraciones, a partir de los cuales se
manifiesta y condensa, por así decirlo, el mundo material.
Pero Jung utiliza el término
refiriéndose a ciertas estructuras míticas básicas que son comunes a todos los
seres humanos, como la Sombra, el Sabio, el Ego, el Tramposo, la Máscara, la
Gran Madre, el Anima, el Animus, y demás. Para Jung, pues, los arquetipos no
son tanto trascendentales como existenciales, simples facetas de la experiencia
comunes a la condición humana cotidiana. Coincido con él en que esas formas
míticas constituyen un legado colectivo y también estoy plenamente de acuerdo
en que es muy importante “llevarse bien” con esos “arquetipos” míticos.
Si, por ejemplo, tengo un problema
psicológico con mi madre, si tengo lo que se llama un complejo materno, es
importante que me dé cuenta de que gran parte de la carga emocional no sólo
proviene de mi propia madre biológica sino también de la Gran Madre, una
poderosa imagen del inconsciente colectivo que es, por así decirlo, la quinta
esencia de todas las madres del mundo. Es decir, el psiquismo parece llevar
integrada en sí mismo la imagen de la Gran Madre del mismo modo que también
parece estar equipado con las formas rudimentarias del lenguaje, la percepción
y diversas pautas instintivas. De este modo, si se reactiva la imagen de la
gran Madre, no sólo tendré que habérmelas con mi propia madre biológica sino
también deberé afrontar miles de años de experiencia materna.
Así pues, la imagen del la Gran Madre
conlleva una carga que hace que tenga un impacto muy superior al de mi propia
madre biológica. Llegar a entrar en contacto con la gran Madre, a través del
estudio de los mitos de todo el mundo constituye una buena forma de hacer
frente a esa forma mítica, de volverla consciente y así poder diferenciarse de
ella. Estoy totalmente de acuerdo con Jung sobre este punto.
Pero, en cualquier caso, esas formas míticas no tienen nada que ver con el misticismo, ni con la auténtica conciencia trascendental. Lo explicaré de una manera más sencilla.
Pero, en cualquier caso, esas formas míticas no tienen nada que ver con el misticismo, ni con la auténtica conciencia trascendental. Lo explicaré de una manera más sencilla.
El gran error de Jung, en mi opinión,
consistió en confundir lo colectivo con lo transpersonal ( con lo místico). El
hecho de que mi mente herede ciertas formas colectivas no significa que esas
formas sean místicas o transpersonales. Todos heredamos colectivamente diez
dedos en los pies, por ejemplo, ¡pero el hecho de experimentar los diez dedos
en mis pies no supone en modo alguno estar viviendo una experiencia
mística!.
Los “arquetipos” de Jung no tienen
prácticamente nada que ver con la conciencia auténticamente espiritual,
trascendental, mística y transpersonal, son formas heredadas colectivamente que
compendian algunos de los encuentros más fundamentales, cotidianos y
existenciales de la condición humana: la vida, la muerte, el nacimiento, la
madre, el padre, la sombra, el ego, etc. Pero en esto precisamente no hay nada
místico. Colectivo sí pero transpersonal no.
Hay elementos colectivos prepersonales
y elementos colectivos transpersonales, y Jung no los diferencia con la
claridad necesaria. Es ese descuido, en mi opinión, lo que desvirtúa toda su
comprensión del proceso espiritual.
Así que estoy de acuerdo con él en que es muy importante entenderse con las formas tanto del inconsciente mítico personal como del inconsciente colectivo. Pero ninguno de ellos está relacionado con el verdadero misticismo que consiste en encontrar, en primer lugar, la luz más allá de la forma, y en segundo, la ausencia de forma más allá de toda luz.
Así que estoy de acuerdo con él en que es muy importante entenderse con las formas tanto del inconsciente mítico personal como del inconsciente colectivo. Pero ninguno de ellos está relacionado con el verdadero misticismo que consiste en encontrar, en primer lugar, la luz más allá de la forma, y en segundo, la ausencia de forma más allá de toda luz.
EZ: Pero tropezar con el material
arquetípico del psiquismo puede constituir una experiencia muy poderosa y, en
ocasiones, hasta muy sobrecogedora.
KW: Sí, porque los arquetipos son
colectivos y su poder trasciende, con mucho, al individuo: cuentan con el
poder de millones de años de evolución a sus espaldas. Pero colectivo no
significa transpersonal. El poder de los “verdaderos arquetipos”, los arquetipos
transpersonales, se deriva directamente del hecho de que son las primeras
formas del Espíritu atemporal. El poder de los arquetipos junguianos, por su
parte, se deriva del hecho de ser las formas más antiguas de la historia
temporal.
Como constató el mismo Jung, es
necesario alejarse de los arquetipos y diferenciarse de ellos para liberarse de
su poder, un proceso al que denominó proceso de individuación. Y una vez más,
estoy completamente de acuerdo con él a este respecto.
Hay que diferenciarse de los arquetipos
junguianos. Pero, en última instancia, para que la identidad de la persona se
transforme en esa forma transpersonal, uno debe acercarse a los verdaderos
arquetipos, los arquetipos transpersonales. Y esa es una diferencia enorme. El
único arquetipo junguiano auténticamente transpersonal es el “Self”, pero hasta
la misma exposición de Jung a este respecto me parece sumamente frágil porque,
a mi juicio, no enfatiza lo suficiente su carácter no dual.
EZ: Quisiera preguntarte por la
relación que existe entre la religión esotérica y la psicoterapia. En otras
palabras, tanto la meditación como la psicoterapia pretenden transformar a la
conciencia y curar el alma, pero ¿cuál es la relación que existe entre la
meditación y la psicoterapia? En “Transformations of consciousnes” abordas el
tema con mucho detalle. Tal vez podrías resumir esa exposición.
KW: Muy bien. Creo que lo más fácil
será remitirnos al esquema que aparece en esta obra. En términos generales, la
idea global es muy sencilla: el crecimiento y el desarrollo se dan a través de
una serie de estadios o niveles, desde el menos desarrollado e integrado hasta
el más desarrollado y más integrado. Y aunque probablemente existen multitud de
niveles y subniveles de crecimiento diferentes, en ese libro he seleccionado
nueve de los más importantes que aparecen en la primera columna de la figura
“estructuras básicas de la conciencia”.
Pues bien, a medida que el self se va
desarrollando a través de cada una de esos estadios, las cosas pueden ir
relativamente bien o relativamente mal. En el primer caso, el self se
desarrolla normalmente y alcanza el siguiente estadio de un modo relativamente
sano. Pero si las cosas, en cambio, se desarrollan de manera inadecuada pueden
aparecer diversas patologías, y el tipo de patología, el tipo de neurosis,
dependerá precisamente de la etapa o nivel en que tenga lugar el problema.
En otras palabras, en cada uno de los
estadios o niveles de desarrollo, el self debe enfrentarse a diferentes tareas
y su manera de gestionarlas determina si las supera de manera adecuada o
inadecuada. En cada una de las etapas de desarrollo, el self comienza
identificándose con esa etapa y debe realizar las tareas propias de ese
estadio, ya se trate de aprender el control de los esfínteres o de aprender a
hablar. Pero para que el desarrollo prosiga, el Self debe terminar renunciando
a esa etapa u desidentificarse de ella para dar paso a una nueva etapa nueva y
superior; en otras palabras, tiene que diferenciarse del estadio inferior,
identificarse con el superior y, por último, integrar lo superior con lo
inferior.
Esta tarea de diferenciación y
posterior integración se denomina “fulcro”, un punto de inflexión, un momento
clave del proceso de desarrollo. En la segunda columna, titulada “fulcros correspondientes”,
tenemos los nueve grandes fulcros, los momentos decisivos correspondientes a
los nueve grandes niveles o etapas de desarrollo de la conciencia. De este
modo, cuando funciona mal en un determinado fulcro, el sujeto termina
desarrollando una patología concreta característica. Esas nueve grandes
patologías se presentan en la tercera columna de nuestra figura, “patologías
características”. En ellas encuentra cosas tales como psicosis, neurosis,
crisis existenciales, etcétera.
Finalmente, a lo largo de los años, se
han desarrollado diversas modalidades terapéuticas para tratar las diversas
patologías: en la cuarta columna –“modalidades de tratamiento”- he detallado
los más apropiados para cada problema concreto. Esa es, precisamente, la relación
que existe entre la psicoterapia y la meditación.
EZ: Esta sencilla figura condensa una
enorme cantidad de información. Me gustaría ahora considerar cada punto con más
detenimiento. Empecemos con una breve explicación de las estructuras básicas de
la conciencia.
KW: Las estructuras básicas
constituyen los ladrillos fundamentales de la conciencia: las sensaciones, las
imágenes, los impulsos, los conceptos, etcétera. He señalado nueve grandes
estructuras básicas que constituyen una versión ampliada de lo que la filosofía
perenne denomina la Gran Cadena del Ser: material, cuerpo, mente, alma y
espíritu. En orden ascendente, los nueve niveles son los siguientes:
Primer nivel: las estructuras
físico-sensoriales. Incluyen los componentes materiales del cuerpo más la
sensación y la percepción. Es lo que Piaget llamó inteligencia
sensoriomotora; lo que Aurobindo denominó la sensoriofísico; lo que vedanta
denomina annamaya-kosha, etcétera.
Segundo nivel: lo
emocional-fantásmico. Se trata del nivel emocional y sexual, del nivel de los
instintos, de la libido, del impulso vital, de la bioenergía y del prana más el
nivel de las imágenes, las primeras formas mentales. Las imágenes- lo que
Arieti denomina “nivel fantásmico”- empieza a aflorar en el niño en
torno a los siete meses aproximadamente.
Tercer nivel: la mente
representacional. Es lo que Piaget denomina pensamiento preoperacional. Está
basada en los símbolos, que aparecen entre los dos y los cuatro años de edad y
en los conceptos, que aparecen entre los cuatro y los siete años.
EZ: ¿Cuál es la diferencia existente
entre las imágenes, los símbolos y los conceptos?
KW: Una imagen representa una cosa en
la medida en que tiene su mismo aspecto. es muy sensillo. La imagen de un
árbol, por ejemplo, tiene más o menos el aspecto de un árbol de verdad. Un
símbolo, por su parte, representa una cosa pero no tiene el mismo aspecto que
ella, lo cual constituye una tarea mucho más difícil y elevada. La palabra
“Fido”, por ejemplo, puede representa a tu perro pero lo cierto es que no se
parece en nada al perro y, por lo tanto, es bastante más difícil de recordar.
Por eso las palabras sólo aparecen después de la imágenes.
Un concepto, finalmente, representa a
una clase de cosas. el concepto de “perro”, por ejemplo, no sólo representa a
“Fido” sino a todos los perros posibles y constituye, por consiguiente, una
tarea todavía más difícil. Los símbolos denotan mientras que los conceptos
connotan. Pero en mi esquema denomino mente preoperacional o figurativa a la
mente que trabaja con los símbolos y los conceptos.
EZ: ¿Y luego la mente regla/ rol?
KW: El cuarto nivel, la mente
regla/rol, lo que Piaget denomina pensamiento preoperacional concreto, aparece
alrededor de los siete y los once años de edad. Los budistas le llaman manovijñana,
una mente que opera concretamente sobre la experiencia sensorial. Yo lo llamo
regla/ rol, porque es la primera estructura auténticamente capacitada para
llevar a cabo un pensamiento reglado, como la multiplicación o la división, y
es también la primera estructura que puede asumir el rol de los demás, asumir
realmente una perspectiva diferente de la suya propia. Se trata de una
estructura muy importante denominada por Piaget estadio de las operaciones
concretas porque, aunque puede llevar a cabo operaciones complejas, lo hace de
forma muy concreta y literal.
Quisiera subrayar, en este punto, que
ésta es la estructura que piensa que los mitos son concretamente y literalmente
ciertos.
El quinto nivel, al que llamo nivel
reflexivo- formal, es la primera estructura que no sólo puede pensar, sino que
también puede pensar sobre el pensamiento. Es, por consiguiente, la primera
estructura capaz de llevar a cabo un razonamiento hipotético, o de cotejar
propuestas con la evidencia empírica, lo que Piaget denomina de las operaciones
formales. Suele aparecer en la adolescencia y es la responsable del desarrollo
de la timidez y del desmedido idealismo propio de ese período. Aurobindo lo
llama “mente razonadora” y el vedanta manomaya-kosha.
El sexto nivel es el nivel existencia,
el nivel visión- lógica, una visión que no es divisoria sino exclusiva,
integradora, unificadora y creadora de redes de relaciones. Es lo que Aurobindo
llama “ la mente superior” y el budismo, manas. Es una estructura muy
integradora, tan integradora, en realidad, como para unificar la mente y el
cuerpo en una unidad de orden superior que yo denomino “centauro” simbolizando,
con ello, la fusión- no la identidad- entre la mente y el cuerpo.
El nivel siete es el nivel psíquico,
pero con ello no estoy afirmando que, en él, aparezcan ciertas facultades
paranormales aunque éstas, obviamente, pueden empezar a desarrollarse a partir
de ese nivel. Este nivel constituye el inicio del desarrollo transpersonal,
espiritual o contemplativo, lo que Aurobindo denomina “mente iluminada”.
El nivel ocho es el nivel sutil o
intermedio del desarrollo espiritual, la morada de diversas formas luminosas y
divinas llamadas yidam en el budismo e ishtadeva en el hinduísmo ( a las que no
hay que confundir con las formas míticas colectivas propias de los niveles tres
y cuatro). Se trata del hogar del Dios personal, de los arquetipos
transpersonales “reales” y de las formas supraindividuales. Es la “mente
intuitiva” de Aurobindo, el vijñamaya- kosha del vedanta y el alaya-vijñana del
budismo.
El nivel nueve es el nivel causal, la
fuente pura y no manifestada del resto de los niveles inferiores. Se trata de
la morada no de un Dios personal sino de una Divinidad o Abismo sin forma. Es
la “supermente”, el supramental, de Aurobindo, y el anandamaya- kosha, el
cuarpo de gloria del vedanta. Por último, el papel en que está
representado todo el diagrama representa la realidad última, el Espíritu
Absoluti, que no es un nivel más sino el Fundamente y realidad de todos los niveles.
Es la “supramente” de Aurobindo, el alaya puro del budismo y turiya del
vedanta.
EZ: De modo que el nivel uno es la
materia, el nivel dos es el cuerpo y los niveles tres, cuatro y cinco son la
mente.
KW: Así es. Y el nivel seis constituye
una integración de la mente y el cuerpo, lo que denomino el centauro; los
niveles siete y ocho son el alma; y el nivel nueve más todo el papel son el
espíritu. Como ya he dicho, este desarrollo no es más que una elaboración más
sofisticada de la gradación materia, cuerpo, mente, alma y espíritu, pero
realizada de tal forma que permita establecer relaciones con la investigación
psicológica occidental.
EZ: De modo que, en cada uno de los
nueve niveles de crecimiento de la conciencia, el self debe afrontar tareas muy
diversas.
KW: Efectivamente. El bebé parte de la
primera etapa, que es básicamente el nivel material o físico; sus emociones
–nivel dos- son muy toscas y poco desarrolladas y carece de la capacidad para
manejar símbolos, conceptos, reglas y todo lo demás. Es básicamente un ser
fisiológico, cuya conciencia, por otra parte, es una no dual, oceánica o
protoplásmica, de forma que en modo alguno se halla diferenciado de la persona
que le cuida y del mundo material que le rodea.
EZ: Muchos teóricos sostienen que ese
estado oceánico o indiferenciado es un estado protomístico en el que el
sujeto y el objeto están fundidos y que ese estado es el estado de unidad que
se recupera en la experiencia mística ¿Estás de acuerdo con eso? ¡Las ardillas
habían vuelto! Entraban y salían de las gigantescas sequoyas, gozando de la
beatitud de su ignorancia. Me pregunté si sería posible vender el alma,
no al diablo sino a una ardilla.
Cuando Edith preguntó si el estado de
fusión infantil es un prototipo del misticismo, metió el dedo en la llaga de la
cuestión más ardientemente debatida en los círculos transpersonales. Muchos
teóricos, siguiendo a Jung, mantienen que, dado que el misticismo es una fusión
entre el sujeto y el objeto, este estado primordial de fusión indiferenciada
debe ser lo que, en cierto modo, se reconquista en la experiencia de unidad
mística. Yo había sido seguidor de Jung, había compartido esa perspectiva e
incluso había escrito varios ensayos al respecto pero, como ocurre tantas veces
con Jung, ahora era una postura que me parecía completamente insostenible y, lo
que es más, me parecía molesta, porque significaba inequívocamente equiparar al
misticismo con una especie de estado regresivo. Para mí era pues, como digo,
una cuestión muy espinosa.
KW: Ciertos teóricos consideran que el
hecho de que un niño no pueda explicar la diferencia existente entre el sujeto
y el objeto constituye una demostración palpable de que ese estado es una
especie de unión mística. Pero lo cierto es que las cosas no son así: el
niño no solo no ha llegado todavía a trascender al sujeto y el objeto;
simplemente es incapaz de diferenciarlos. Los místicos, por el contrario, son
perfectamente conscientes de la diferencia convencional existente entre
el sujeto y el objeto, lo único que ocurres es que también son conscientes de
la identidad profunda y superior que los engloba.
Por otra parte, la unión mística es
una fusión de todos los niveles de la existencia, físico, biológico, mental y
espiritual, mientras que el estado de fusión infantil, por su parte, constituye
una identidad exclusiva con el nivel físico o sensoriomotor. Como dijo
Piaget: “Aquí, el self es material, por así decirlo”. Así pues, ésta no es una
fusión con el Todo y, por consiguiente, no hay nada de místico en ello.
EZ: Pero en el estado de fusión
infantil hay una unión entre el sujeto y el objeto.
KW: No se trata de una unión sino de
una indiferenciación. Unir es juntar dos cosas separadas en una totalidad
superior. En la fusión infantil no hay dos cosas sino una indiferenciación
global, y resulta que no es posible integrar lo que no se ha diferenciado
todavía. Además, aunque dijéramos que ese estado infantil constituye una unión
entre el sujeto y el objeto, permíteme que insista en que este sujeto es un
sujeto meramente sensoriomotor indiferenciado de un mundo sensoriomotor, y no
un sujeto totalmente integrado a todos los niveles fundido con todos los mundos
superiores.
En otras palabras, este estado no
constituye, en modo alguno, un prototipo de la unión mística sino más bien
justamente lo contrario del estado místico. Así pues, el estado de fusión
infantil es el mayor punto de alienación o de alejamiento de los niveles y
mundo superiores cuya integración o unión total constituye la misma esencia de
la experiencia mística.
Este, dicho sea de paso, es el motivo
por el cual los místicos cristianos sostienen que naces en el pecado, la
separación o la alienación. El pecado no es algo que hagas después del
nacimiento, sino algo que eres desde el mismo momento del nacimiento o de la
concepción, algo que sólo se puede superar mediante el desarrollo y la
evolución desde la materia hasta la mente y de ésta hasta el espíritu. El
estado infantil de fusión material constituye así el comienzo, el momento más
bajo del proceso de crecimiento, y no una especie de prefiguración del estado
místico final.
EZ: Eso tiene que ver con lo que tu
llamas la “falacia pre / trans”
KW: Así es. Los primeros estadios del
desarrollo son prepersonales porque en ellos todavía no ha aparecido el ego
personal, individual y separado; los estadios intermedios del crecimiento son
personales o egoicos y los estadios superiores, por último, son transpersonales
o transegoicos. A mi juicio, la gente tiende a confundir los estadios “pre” con
los estadios “trans”, porque superficialmente son parecidos. Si has equiparado
el estadio de fusión infantil- que es prepersonal- con la unión mística- que es
transpersonal- te verás forzado a seguir una de estas dos alternativas: o bien
elevas el estadio infantil a la categoría de unión mística ( de la que, por
cierto, carece) o bien niegas todo misticismo genuino afirmando que no es más
que una regresión al narcisismo infantil y al no dualismo oceánico. Jung y el
movimiento romántico en general cometieron el primero de los errores-elevar los
niveles preegoicos y prerracionales a la gloria transegoica y transracional; es
este sentido, son “elevacionistas”.
Freud y sus seguidores, por su parte,
han hecho justamente lo contrario- reducir todos los estados transracionales, transegoicos
y místicos a estadios prerracionales, preegoicos e infantiles; en este
sentido son “reduccionistas”. Sin embargo, ambas visiones poseen un cincuenta
por ciento de acirto y otro tanto de equivocación, ya que ninguna de ellas
advierte ni explica la diferencia existente entre lo “pre” y lo “trans”. Hay
que decir que el misticismo genuino existe y que no tiene absolutamente nada de
infantil.
Afirmar lo contrario sería como
confundir a un preescolar con un doctor, un verdadero disparate que no hace más
que confundir totalmente las cosas.
Las ardillas jugaban frenéticamente. Edith, por su parte, seguí sonriendo y aciendo preguntas amablemente. Me pregunté si se habría notado, de algún modo, el enfado que me causa la noción de que “misticismo es regresión”.
Las ardillas jugaban frenéticamente. Edith, por su parte, seguí sonriendo y aciendo preguntas amablemente. Me pregunté si se habría notado, de algún modo, el enfado que me causa la noción de que “misticismo es regresión”.
EZ: Muy bien, volvamos, pues a la
cuestión original. El niño se encuentra básicamente en el primero de los
estadios, el nivel sensorioperceptual al que no podemos calificar de místico
¿Qué ocurre si algo va mal en ese estadio del desarrollo?.
KW: Se trata de un nivel tan primitivo
que sus trastornos son verdaderamente muy graves. Si el niño no ligra
diferenciarse de su entorno, las fronteras de su ego siguen siendo permeables y
difusas. En tal caso, el individuo no puede describir dónde termina su cuerpo y
dónde comienza la silla. Se produce una difuminación alucinatoria de las
fronteras entre lo interno y lo externo, entre el sueño y la realidad. Este,
por supuesto, es el no dualismo característico de la psicosis, una patología
grave que afecta al nivel de existencia más primitivo y fundamental, el self
material.
En la infancia, este trastorno se
traduce en autismo y psicosis simbióticas y, en el caso de persistir en grado
importante en la edad adulta, contribuye al desarrollo de las psicosis depresivas
y a la mayor parte de las esquizofrenias adultas.
Las modalidades de tratamiento propias
de este nivel son la fisiológica y la pacificación, ya que por desgracia los
únicos tratamientos que parecen funcionar realmente son farmacológicos o de
custodia.
EZ: ¿Qué ocurre cuando aparece el
segundo nivel?
KW: Cuando, alrededor del primer año
de vida, aparece el nivel fantásmico- emociona, el self tiene que diferenciarse
del mundo materia, e identificarse en cambio con el mundo biológico de su
cuerpo separado y sensible, para luego integrar el mundo físico en su
percepción. En otras palabras, el self debe romper su identidad exclusiva con
el self material y el mundo material y establecer una identidad de orden
superior con el cuerpo, el cuerpo como entidad separada y diferenciada en el
mundo. Este es el segundo fulcro, lo que investigadores como Margaret Mahler,
por ejemplo, llaman la fase de “separación-individuación”. El cuerpo- self debe
separarse e individualizarse de la madre y del mundo físico en general.
EZ: ¿Qué ocurre si aparecen
dificultades a lo largo de este estadio?
KW: En tal caso, las fronteras del
self permanecen vagas, fluidas y confusas. El mundo parece entonces
“inundar emocionalmente” al self, que es muy volátil e inestable. Son los
llamados síndromes “borderline” o fronterizos, síndromes limítrofes porque se
encuentran en la frontera entre la psicosis del nivel anterior y la neurosis
del nivel subsiguiente. Los trastornos narcisistas, aunque son ligeramente más
primitivos están relacionados con este fenómeno. En estos trastornos, el self,
precisamente por no haber logrado diferenciarse plenamente del mundo, trata al
mundo como su concha y a la gente como meras extensiones de sí mismo. En otras
palabras, es completamente egocéntrico, ya que el mundo y el self son lo mismo.
EZ: ¿Y qué hay con respecto a los
tratamientos más adecuados para estos trastornos?
KW: Tiempo atrás se creía que estos
trastornos eran incurables por lo remotos. Pero desde hace poco, y espoleados
por la obra de Mahler, Kohut, Kernberg y otros, se han desarrollado una serie
de tratamientos, bastante eficaces por cierto, denominados “técnicas de
consolación de estructura”. Dado que el problema fundamental de los trastornos
limítrofes es que las fronteras del self todavía no son lo suficientemente
fijas, las técnicas de consolidación de estructura apuntan precisamente a
construir éstas y a delimitar y fijas las fronteras del ego.
Son técnicas que ayudan a la persona a
diferenciar el self de todo lo demás, explicándose y mostrándole que lo que le
ocurre al otro no le ocurre necesariamente al self, cosa que no resulta
evidente para quien no hay completado el proceso de separación- individuo. Por
ejemplo, estar en desacuerdo con tu madre no te matará.
Ahora bien, es importante darse cuenta
de que, en estos síndromes limítrofes, la psicoterapia no trata de sacar a luz
algo del inconsciente. Ello no es posible hasta el siguiente nivel, el nivel
tres. En los estadios limítrofes, el problema no es que una fuerte barrera, un
fuerte ego, esté reprimiendo alguna emoción o algún impulso; el problema es que
ni siquiera hay una barrera o frontera egoica. Por así decirlo, no hay barrera
que reprima y, por consiguiente, no existe inconsciente dinámico ni nada que
sacar a la luz ¡De hecho, el objetivo de las técnicas de consolidación de
estructura es hacer que la persona “ascienda” hasta un nivel en el que llegue a
ser capaz de poder reprimir. A este nivel, el self simplemente no es lo
bastante fuerte como para reprimir nada.
EZ: Entiendo que eso ocurre en el
siguiente nivel, el tercero.
KW: Si, así es. El nivel tres, o mente
figurativa o representativa, empieza a surgir en torno a los dos años de edad y
domina la conciencia hasta la edad de siete años. En este nivel aparecen los
símbolos, los conceptos y el leguaje, lo cual permite que el niño transforme su
identidad de un self fundamentalmente corporal a un self mental o egoico. El
niño ya no es sólo un cuerpo dominado por los sentimientos e impulsos del
momento; también es un ser mental, con un nombre, con una identidad y con
expectativas y deseos que se extienden en el tiempo. El lenguaje es el vehículo
del timepo; es gracias al lenguaje que el niño puede recordar el ayer y soñar
con el mañana y por consiguiente, lamentar el pasado y sentirse culpable o
preocuparse por el futuro y experimentar ansiedad.
Por consiguiente, es en este estadio
donde aparecen el sentimiento de culpa y la ansiedad. Y si la ansiedad es
excesiva, el self puede reprimir y reprimirá todos los pensamientos o emociones
ansiógenos. Esos pensamientos y estas emociones reprimidos, especialmente
relacionados con el sexo, la agresividad y el poder constituyen el inconsciente
reprimido dinámicamente, lo que yo llamo (al igual que Jung) “la sombra”. Si la
sombra se vuelve excesiva, si está demasiado cargada, demasiado llena por así
decirlo, entonces irrumpe en toda una serie de síntomas llamados psiconeurosis
o abreviadamente neurosis.
De modo que, en el tercer nivel, la
aparición del leguaje favorece la emergencia del self egoico-mental que debe
aprender a diferenciarse del cuerpo. Pero si esa diferenciación va demasiado
lejos, el resultado es una disociación, una represión. En tal caso, el ego no
trasciende al cuerpo sino que lo aliena, lo excluye. Pero eso sólo significa
que ciertos aspectos del cuerpo y sus deseos permanecen en la sombra,
saboteando dolorosamente al ego en forma de conflicto neurótico.
EZ: De manera que la forma de tratar
las neurosis consiste en establecer contacto con la sombra y reintegrarla.
KW: Efectivamente. Y las técnicas que
propician este movimiento se denomina “técnicas de descubrimiento” porque
intentan descubrir a la sombre, sacarla a la superficie y luego, como dices,
reintegrarla. Pero, para ello, primero hay que liberar o relajar la barrera de
la represión creada por el lenguaje y sostenida por la ansiedad y por el
sentimiento de culpa. Una de las formas de hacer esto, por ejemplo, consiste en
animar a la persona a decir todo lo que acuda a su mente sin censurarlo. No
obstante, sea cual fuere la técnica, el objetivo es esencialmente el mismo:
establecer contacto con nuestra sombra, aceptarla y volver a tomar posesión de
ella.
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